miércoles, 19 de febrero de 2014

100. ¿De qué modo la maternidad espiritual de María es universal?



100. ¿De qué modo la maternidad espiritual de María es universal?   


(Compendio 100) María tuvo un único Hijo, Jesús, pero en Él su maternidad espiritual se extiende a todos los hombres, que Jesús vino a salvar. Obediente junto a Jesucristo, el nuevo Adán, la Virgen es la nueva Eva, la verdadera madre de los vivientes, que coopera con amor de madre al nacimiento y a la formación de todos en el orden de la gracia. Virgen y Madre, María es la figura de la Iglesia, su más perfecta realización.

Resumen

(C.I.C 511) La Virgen María "colaboró por su fe y obediencia libres a la salvación de los hombres" (Lumen gentium, 56). Ella pronunció su "fiat" loco totius humanae naturae ("ocupando el lugar de toda la naturaleza humana") (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, 3, 30, 1 ): Por su obediencia, Ella se convirtió en la nueva Eva, madre de los vivientes.

Profundizar y modos de explicaciones

503  (C.I.C 502) La mirada de la fe, unida al conjunto de la Revelación, puede descubrir las razones misteriosas por las que Dios, en su designio salvífico, quiso que su Hijo naciera de una virgen. Estas razones se refieren tanto a la persona y a la misión redentora de Cristo como a la aceptación por María de esta misión para con los hombres. (C.I.C 504) Jesús fue concebido por obra del Espíritu Santo en el seno de la Virgen María porque él es el Nuevo Adán (cf. 1Co 15, 45) que inaugura la nueva creación: "El primer hombre, salido de la tierra, es terreno; el segundo viene del cielo" (1Co 15, 47). La humanidad de Cristo, desde su concepción, está llena del Espíritu Santo porque Dios "le da el Espíritu sin medida" (Jn 3, 34). De "su plenitud", cabeza de la humanidad redimida (cf. Col 1, 18), "hemos recibido todos gracia por gracia" (Jn 1, 16). (C.I.C 505) Jesús, el nuevo Adán, inaugura por su concepción virginal el nuevo nacimiento de los hijos de adopción en el Espíritu Santo por la fe "¿Cómo será eso?" (Lc 1, 34; cf. Jn 3, 9). La participación en la vida divina no nace "de la sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre, sino de Dios" (Jn 1, 13). La acogida de esta vida es virginal porque toda ella es dada al hombre por el Espíritu. El sentido esponsal de la vocación humana con relación a Dios (cf. 2Co 11, 2) se lleva a cabo perfectamente en la maternidad virginal de María.      

Para la reflexión

(C.I.C 501) Jesús es el Hijo único de María. Pero la maternidad espiritual de María se extiende (cf. Jn 19, 26-27; Ap 12, 17) a todos los hombres a los cuales, El vino a salvar: "Dio a luz al Hijo, al que Dios constituyó el mayor de muchos hermanos (Rom 8,29), es decir, de los creyentes, a cuyo nacimiento y educación colabora con amor de madre" (Lumen gentium, 63). (C.I.C 506) María es virgen porque su virginidad es el signo de su fe "no adulterada por duda alguna" (Lumen gentium, 63) y de su entrega total a la voluntad de Dios (cf. 1Co 7, 34-35). Su fe es la que le hace llegar a ser la madre del Salvador: Beatior est Maria percipiendo fidem Christi quam concipiendo carnem Christi ("Más bienaventurada es María al recibir a Cristo por la fe que al concebir en su seno la carne de Cristo" (San Agustín, De sancta virginitate 3, 3: PL 40, 398). (C.I.C 507) María es a la vez virgen y madre porque ella es la figura y la más perfecta realización de la Iglesia (cf. Lumen gentium, 63): "La Iglesia […] se convierte en Madre por la palabra de Dios acogida con fe, ya que, por la predicación y el bautismo, engendra para una vida nueva e inmortal a los hijos concebidos por el Espíritu Santo y nacidos de Dios. También ella es virgen que guarda íntegra y pura la fidelidad prometida al Esposo" (Lumen gentium, 64).   

(Siguiente pregunta: ¿En qué sentido toda la vida de Cristo es Misterio?)

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