viernes, 21 de febrero de 2014
101. ¿En qué sentido toda la vida de Cristo es Misterio? (Segunda parte - continuación)
(Compendio 101 repetición) Toda la
vida de Cristo es acontecimiento de revelación: lo que es visible en la vida
terrena de Jesús conduce a su Misterio invisible, sobre todo al Misterio de su
filiación divina: «quien me ve a mí ve al Padre» (Jn 14, 9). Asimismo, aunque
la salvación nos viene plenamente con la Cruz y la Resurrección, la vida entera
de Cristo es misterio de salvación, porque todo lo que Jesús ha hecho, dicho y
sufrido tenía como fin salvar al hombre caído y restablecerlo en su vocación de
hijo de Dios.
Resumen
(C.I.C 562) Los discípulos de Cristo deben asemejarse a El
hasta que él crezca y se forme en ellos (cf. Ga 4, 19). "Por eso somos
integrados en los misterios de su vida: con él estamos identificados, muertos y
resucitados hasta que reinemos con él” (Lumen
gentium, 7).
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 515) Los Evangelios fueron escritos por hombres que
pertenecieron al grupo de los primeros que tuvieron fe (cf. Mc 1, 1; Jn 21, 24)
y quisieron compartirla con otros. Habiendo conocido por la fe quién es Jesús,
pudieron ver y hacer ver los rasgos de su misterio durante toda su vida
terrena. Desde los pañales de su natividad (Lc 2, 7) hasta el vinagre de su
Pasión (cf. Mt 27, 48) y el sudario de su Resurrección (cf. Jn 20, 7), todo en
la vida de Jesús es signo de su misterio. A través de sus gestos, sus milagros
y sus palabras, se ha revelado que "en él reside toda la plenitud de la
Divinidad corporalmente" (Col 2, 9). Su humanidad aparece así como el
"sacramento", es decir, el signo y el instrumento de su divinidad y
de la salvación que trae consigo: lo que había de visible en su vida terrena
conduce al misterio invisible de su filiación divina y de su misión redentora. (C.I.C
516) Toda la vida de Cristo es Revelación
del Padre: sus palabras y sus obras, sus silencios y sus sufrimientos, su
manera de ser y de hablar. Jesús puede decir: "Quien me ve a mí, ve al
Padre" (Jn 14, 9), y el Padre: "Este es mi Hijo amado; escuchadle"
(Lc 9, 35). Nuestro Señor, al haberse hecho para cumplir la voluntad del Padre
(cf. Hb 10,5-7), nos "manifestó el amor que nos tiene" (1Jn 4,9)
inclusos con los rasgos más sencillos de sus misterios.
Para la reflexión
(C.I.C 521) Todo lo que Cristo vivió hace que podamos vivirlo en Él
y que Él lo viva en nosotros. "El Hijo de Dios con su encarnación se ha
unido en cierto modo con todo hombre"(
Gaudium et spes, 22). Estamos llamados a no ser más que una sola cosa con Él; nos hace comulgar en cuanto miembros de su
Cuerpo en lo que Él vivió en su carne por
nosotros y como modelo nuestro: “Debemos continuar y cumplir en nosotros los
estados y Misterios de Jesús, y pedirle con frecuencia que los realice y lleve
a plenitud en nosotros y en toda su Iglesia [...] Porque el Hijo de Dios tiene
el designio de hacer participar y de extender y continuar sus misterios en
nosotros y en toda su Iglesia […] por las gracias que Él
quiere comunicarnos y por los efectos que quiere obrar en nosotros gracias a
estos misterios. Y por este medio quiere cumplirlos en nosotros” (San Juan
Eudes, Le royaume de Jésus, 3, 4: Oeuvres complètes, v. 1 p. 310-311). [Fin]
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