sábado, 8 de febrero de 2014
90. ¿Tenía el Hijo de Dios hecho hombre un alma con inteligencia humana?
(Compendio 90) El Hijo de Dios asumió
un cuerpo dotado de un alma racional humana. Con su inteligencia humana Jesús
aprendió muchas cosas mediante la experiencia. Pero, también como hombre, el
Hijo de Dios tenía un conocimiento íntimo e inmediato de Dios su Padre.
Penetraba asimismo los pensamientos secretos de los hombres y conocía plenamente
los designios eternos que Él había venido a revelar.
Resumen
(C.I.C 482) Cristo, siendo verdadero Dios y verdadero
hombre, tien e una inteligencia y una voluntad humanas, perfectamente de
acuerdo y sometidas a su inteligencia y a su voluntad divinas que tiene en
común con el Padre y el Espíritu Santo.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 471) Apolinar de Laodicea afirmaba que en Cristo el
Verbo había sustituído al alma o al espíritu. Contra este error la Iglesia
confesó que el Hijo eterno asumió también un alma racional humana (cf. San
Dámaso I, Epistula: DS 149). (C.I.C 472) Este alma humana que el Hijo de Dios
asumió está dotada de un verdadero conocimiento humano. Como tal, éste no podía
ser de por sí ilimitado: se desenvolvía en las condiciones históricas de su
existencia en el espacio y en el tiempo. Por eso el Hijo de Dios, al hacerse
hombre, quiso progresar "en sabiduría, en estatura y en gracia" (Lc
2, 52) e igualmente adquirir aquello que en la condición humana se adquiere de manera
experimental (cf. Mc 6, 38; 8, 27; Jn 11, 34; etc.). Eso correspondía a la
realidad de su anonadamiento voluntario en "la condición de esclavo"
(Flp 2, 7). (C.I.C 473) Pero, al mismo tiempo, este conocimiento verdaderamente
humano del Hijo de Dios expresaba la vida divina de su persona (cf. San
Gregorio Magno, Epistula Sicut aqua:
DS 475). “El Hijo de Dios conocía todas las cosas; y esto por si mismo, que se
había revestido de la condición humana; no
por su naturaleza, sino en cuanto
estaba unida al Verbo […]. La naturaleza humana, en cuanto che estaba unida
al Verbo, conocía todas las cosas,
incluso las divinas, y manifestaba en sí todo lo que conviene a Dios" (San
Máximo Confesor, Quaestiones et dubia,
Q. 1, 67: PG 90, 840). Esto sucede ante todo en lo que se refiere al
conocimiento íntimo e inmediato que el Hijo de Dios hecho hombre tiene de su
Padre (cf. Mc 14, 36; Mt 11, 27; Jn 1, 18; 8, 55; etc.). El Hijo, en su
conocimiento humano, mostraba también la penetración divina que tenía de los
pensamientos secretos del corazón de los hombres (cf Mc 2, 8; Jn 2, 25; 6, 61;
etc.).
Para la reflexión
(C.I.C 470) Puesto que en la unión misteriosa de la
Encarnación "la naturaleza humana ha sido asumida, no absorbida" (Gaudium et spes, 22), la Iglesia ha
llegado a confesar con el correr de los siglos, la plena realidad del alma
humana, con sus operaciones de inteligencia y de voluntad, y del cuerpo humano
de Cristo. Pero paralelamente, ha tenido que recordar en cada ocasión que la
naturaleza humana de Cristo pertenece propiamente a la persona divina del Hijo
de Dios que la ha asumido. Todo lo que es y hace en ella pertenece a "uno
de la Trinidad". El Hijo de Dios comunica, pues, a su humanidad su propio
modo personal de existir en la Trinidad. Así, en su alma como en su cuerpo,
Cristo expresa humanamente las comportamientos divinos de la Trinidad (cf. Jn
14, 9-10): “El Hijo de Dios [...] trabajó con manos de hombre, pensó con
inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre.
Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de nosotros, en todo
semejante a nosotros, excepto en el pecado (Gaudium
et spes, 22). (C.I.C 474) Debido a su unión con la Sabiduría divina en la
persona del Verbo encarnado, el conocimiento humano de Cristo gozaba en
plenitud de la ciencia de los designios eternos que había venido a revelar (cf.
Mc 8,31; 9,31; 10, 33-34; 14,18-20. 26-30). Lo que reconoce ignorar en este
campo (cf. Mc 13,32), declara en otro lugar no tener misión de revelarlo (cf.
Hch 1, 7).
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