jueves, 6 de febrero de 2014
88. ¿Qué enseña a este propósito el Concilio de Calcedonia (año 451)?
(Compendio 88) El Concilio de
Calcedonia enseña que «hay que confesar a un solo y mismo Hijo, Nuestro Señor
Jesucristo: perfecto en la divinidad y perfecto en la humanidad; verdaderamente
Dios y verdaderamente hombre, compuesto de alma racional y de cuerpo;
consubstancial con el Padre según la divinidad, y consubstancial con nosotros
según la humanidad; “en todo semejante a nosotros, menos en el pecado” (Hb 4,
15); nacido del Padre antes de todos los siglos según la divinidad y, por
nosotros y nuestra salvación, nacido en estos últimos tiempos de la Virgen
María, la Madre de Dios, según la humanidad».
Resumen
(C.I.C 483) La encarnación es, pues, el misterio de la
admirable unión de la naturaleza divina y de la naturaleza humana en la única
Persona del Verbo.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 467) Los monofisitas afirmaban que la naturaleza
humana había dejado de existir como tal en Cristo al ser asumida por su persona
divina de Hijo de Dios. Enfrentado a esta herejía, el cuarto Concilio Ecuménico,
en Calcedonia, confesó en el año 451: “Siguiendo, pues, a los Santos Padres,
enseñamos unánimemente que hay que confesar a un solo y mismo Hijo y Señor nuestro
Jesucristo: perfecto en la divinidad, y perfecto en la humanidad;
verdaderamente Dios y verdaderamente hombre compuesto de alma racional y de cuerpo;
consubstancial con el Padre según la divinidad, y consubstancial con nosotros
según la humanidad, ‘en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado’ (Hb 4,
15); nacido del Padre antes de todos los siglos según la divinidad; y por
nosotros y por nuestra salvación, nacido en los últimos tiempos de la Virgen
María, la Madre de Dios, según la humanidad. Se ha de reconocer a un solo y
mismo Cristo Señor, Hijo único en dos naturalezas, sin confusión, sin cambio,
sin división, sin separación. La diferencia de naturalezas de ningún modo queda
suprimida por su unión, sino que quedan a salvo las propiedades de cada una de
las naturalezas y confluyen en un solo sujeto y en una sola persona (Concilio
de Calcedonia, Symbolo: DS 301-302).
Para la reflexión
(C.I.C 469) La Iglesia confiesa así que Jesús es
inseparablemente verdadero Dios y verdadero Hombre. Él
es verdaderamente el Hijo de Dios que se ha hecho hombre, nuestro hermano, y
eso sin dejar de ser Dios, nuestro Señor: "Id quod fuit remansit et quod non fuit assumpsit" ("Sin
dejar de ser lo que era, ha asumido lo que no era"), canta la liturgia
romana (Solemnidad de la Santísima Virgen
María Madre de Dios, Antífona al “Benedictus”: Liturgia de las Horas; cf. San León Magno, Sermo 21, 2: PL 54, 192). Y la liturgia de san Juan Crisóstomo
proclama y canta: "¡Oh Hijo Unico y Verbo de Dios! Tú que eres inmortal,
te dignaste, para salvarnos, tomar carne de la santa Madre de Dios y siempre
Virgen María. Tú, Cristo Dios, sin sufrir cambio te hiciste hombre y, en la
cruz, con tu muerte venciste la muerte. Tú, Uno de la Santísima Trinidad,
glorificado con el Padre y el Santo Espíritu, ¡sálvanos! (Oficio Bizantino de las Horas, Himno O’ Monogenés: “Horológion tò
Méga”).
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