lunes, 10 de febrero de 2014

92. ¿Tenía Cristo un verdadero cuerpo humano?



92. ¿Tenía Cristo un verdadero cuerpo humano?   


(Compendio 92) Cristo asumió un verdadero cuerpo humano, mediante el cual Dios invisible se hizo visible. Por esta razón, Cristo puede ser representado y venerado en las sagradas imágenes.

Resumen

(C.I.C 1192) Las imágenes sagradas, presentes en nuestras iglesias y en nuestras casas, están destinadas a despertar y alimentar nuestra fe en el misterio de Cristo. A través del icono de Cristo y de sus obras de salvación, es a Él a quien adoramos. A través de las sagradas imágenes de la Santísima Madre de Dios, de los ángeles y de los santos, veneramos a quienes en ellas son representados.   

Profundizar y modos de explicaciones

(C.I.C 476) Como el Verbo se hizo carne asumiendo una verdadera humanidad, el cuerpo de Cristo era limitado (cf. Concilio de Letrán (año 649): DS 504). Por eso se puede “pintar”  la faz humana de Jesús (Ga 3,1). En el séptimo Concilio Ecuménico (II Concilio de Nicea, (año 787): DS 600-603) la Iglesia reconoció que es legítima su representación en imágenes sagradas. (C.I.C 477) Al mismo tiempo, la Iglesia siempre ha admitido que, en el cuerpo de Jesús, Dios "que era invisible en su naturaleza se hace visible" (Prefacio de la Natividad del Señor II: Misal Romano). En efecto, las particularidades individuales del cuerpo de Cristo expresan la persona divina del Hijo de Dios. El ha hecho suyos los rasgos de su propio cuerpo humano hasta el punto de que, pintados en una imagen sagrada, pueden ser venerados porque el creyente que venera su imagen, "venera a la persona representada en ella" (II Concilio de Nicea: DS 601).

Para la reflexión

(C.I.C 1159) La imagen sagrada, el icono litúrgico, representa principalmente a Cristo. No puede representar a Dios invisible e incomprensible; la Encarnación del Hijo de Dios inauguró una nueva "economía" de las imágenes: “En otro tiempo, Dios, que no tenía cuerpo ni figura no podía de ningún modo ser representado con una imagen. Pero ahora que se ha hecho ver en la carne y que ha vivido con los hombres, puedo hacer una imagen de lo que he visto de Dios. [...] Nosotros sin embargo, revelado su rostro, contemplamos la gloria del Señor” (San Juan Damasceno, De sacris imaginibus oratio 1, 16: PG 94,  1245 y 1248). (C.I.C 1162) "La belleza y el color de las imágenes estimulan mi oración. Es una fiesta para mis ojos, del mismo modo que el espectáculo del campo estimula mi corazón para dar gloria a Dios" (San Juan Damasceno, De sacris imaginibus oratio 1, 47: PG 94,  1268). La contemplación de las sagradas imágenes, unida a la meditación de la Palabra de Dios y al canto de los himnos litúrgicos, forma parte de la armonía de los signos de la celebración para que el misterio celebrado se grabe en la memoria del corazón y se exprese luego en la vida nueva de los fieles. 
 (Siguiente pregunta: ¿Qué representa el Corazón de Jesús?)

   

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