viernes, 14 de febrero de 2014
96. ¿Qué significa «Inmaculada Concepción»?
(Compendio 96) Dios eligió
gratuitamente a María desde toda la eternidad para que fuese la Madre de su
Hijo; para cumplir esta misión fue concebida inmaculada. Esto significa que,
por la gracia de Dios y en previsión de los méritos de Jesucristo, María fue
preservada del pecado original desde el primer instante de su concepción.
Resumen
(C.I.C 508) De la descendencia de Eva, Dios eligió a la
Virgen María para ser la Madre de su Hijo. Ella, "llena de gracia",
es "el fruto excelente de la redención" (Sacrosanctum Concilium, 103); desde el primer instante de su
concepción, fue totalmente preservada de la mancha del pecado original y
permaneció pura de todo pecado personal a lo largo de toda su vida.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 488) "Dios envió a su Hijo" (Ga 4, 4), pero
para "formarle un cuerpo" (cf. Hb 10, 5) quiso la libre cooperación
de una criatura. Para eso desde toda la eternidad, Dios escogió para ser la
Madre de su Hijo, a una hija de Israel, una joven judía de Nazaret en Galilea,
a "una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David;
el nombre de la virgen era María" (Lc 1, 26-27): “El Padre de las
misericordias quiso que el consentimiento de la que estaba predestinada a ser
la Madre precediera a la Encarnación para que, así como una mujer contribuyó a
la muerte, así también otra mujer contribuyera a la vida” (Lumen gentium, 56; 61). (C.I.C 489) A lo largo de toda la Antigua
Alianza, la misión de María fue preparada por la misión de algunas santas
mujeres. Al principio de todo está Eva: a pesar de su desobediencia, recibe la
promesa de una descendencia que será vencedora del Maligno (cf. Gn 3, 15) y la
de ser la Madre de todos los vivientes (cf. Gn 3, 20). En virtud de esta
promesa, Sara concibe un hijo a pesar de su edad avanzada (cf. Gn 18, 10-14;
21,1-2). Contra toda expectativa humana, Dios escoge lo que era tenido por
impotente y débil (cf. 1Co 1, 27) para mostrar la fidelidad a su promesa: Ana,
la madre de Samuel (cf. 1S 1), Débora, Rut, Judit, y Ester, y muchas otras
mujeres. María "sobresale entre los humildes y los pobres del Señor, que
esperan de él con confianza la salvación y la acogen. Finalmente, con ella, la excelsa
Hija de Sión, después de la larga espera de la promesa, se cumple el plazo y se
inaugura el nuevo plan de salvación" (Lumen
gentium, 55). (C.I.C 490) Para ser la Madre del Salvador, María fue
"dotada por Dios con dones a la medida de una misión tan importante"
(Lumen gentium, 56). El ángel Gabriel
en el momento de la anunciación la saluda como "llena de gracia" (Lc
1, 28). En efecto, para poder dar el asentimiento libre de su fe al anuncio de
su vocación era preciso que ella estuviese totalmente conducida por la gracia
de Dios.
Para la reflexión
(C.I.C 491) A lo largo de los siglos, la Iglesia ha tomado
conciencia de que María "llena de gracia" por Dios (Cf. Lc 1, 28)
había sido redimida desde su concepción. Es lo que confiesa el dogma de la
Inmaculada Concepción, proclamado en 1854 por el Papa Pío IX: “... la
bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda la mancha de pecado
original en el primer instante de su concepción por singular gracia y
privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo
Salvador del género humano” (Pío IX, Bulla Ineffabilis
Deus: DS 2803).(C.I.C 492) Esta "resplandeciente santidad del todo
singular" de la que ella fue "enriquecida desde el primer instante de
su concepción" (Lumen gentium,
56), le viene toda entera de Cristo: ella es "redimida de la manera más
sublime en atención a los méritos de su Hijo" (Lumen gentium, 53). El Padre la ha "bendecido […] con toda
clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo" (Ef 1, 3) más
que a ninguna otra persona creada. Él la ha “elegido
en él antes de la creación del mundo para ser santa e inmaculada en su
presencia, en el amor” (cf. Ef 1, 4).
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