domingo, 29 de abril de 2012
Gn 4,8-12 Caín se abalanzó sobre su hermano y lo mató
8 Caín dijo a su hermano Abel: «Vamos afuera». Y cuando
estuvieron en el campo, se abalanzó sobre su hermano y lo mató. 9 Entonces el
Señor preguntó a Caín: «¿Dónde está tu hermano Abel?». «No lo sé», respondió
Caín. «¿Acaso yo soy el guardián de mi hermano?». 10 Pero el Señor le replicó:
«¿Qué has hecho? ¡Escucha! La sangre de tu hermano grita hacia mí desde el
suelo. 11 Por eso maldito seas lejos del suelo que abrió sus fauces para
recibir la sangre de tu hermano derramada por ti. 12 Cuando lo cultives, no te
dará más su fruto, y andarás por la tierra errante y vagabundo».
(C.I.C 2259) La
Escritura, en el relato de la muerte de Abel a manos de su hermano Caín (Cf. Gn
4, 8-12), revela, desde los comienzos de la historia humana, la presencia en el
hombre de la ira y la codicia, consecuencias del pecado original. El hombre se
convirtió en el enemigo de sus semejantes. Dios manifiesta la maldad de este
fratricidio: ‘¿Qué has hecho? Se oye la sangre de tu hermano clamar a mí desde
el suelo. Pues bien: maldito seas, lejos de este suelo que abrió su boca para
recibir de tu mano la sangre de tu hermano’ (Gn 4, 10-11). (C.I.C 1867) La
tradición catequética recuerda también que existen ‘pecados que claman al cielo’. Claman al cielo: la sangre de Abel (cf.
Gn 4, 10); el pecado de los sodomitas (cf. Gn 18, 20; 19, 13); el clamor del
pueblo oprimido en Egipto (cf. Ex 3, 7-10); el lamento del extranjero, de la
viuda y el huérfano (cf. Ex 22, 20-22); la injusticia para con el asalariado (cf.
Dt 24, 14-15; St 5, 4). (C.I.C 2268) El quinto mandamiento condena como
gravemente pecaminoso el homicidio
directo y voluntario. El que mata y los que cooperan voluntariamente con él
cometen un pecado que clama venganza al cielo (Cf. Gn 4, 10). El infanticidio (Gaudium et spes, 51), el fratricidio, el
parricidio, el homicidio del cónyuge son crímenes especialmente graves a causa
de los vínculos naturales que destruyen. Preocupaciones de eugenesia o de salud
pública no pueden justificar ningún homicidio, aunque fuera ordenado por las
propias autoridades.
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