viernes, 27 de abril de 2012
Gn 4,1-2 He procreado un varón con la ayuda del Señor
1 El hombre se unió a Eva, su mujer, y ella concibió y
dio a luz a Caín. Entonces dijo: «He procreado un varón, con la ayuda del
Señor». 2 Más tarde dio a luz a Abel, el hermano de Caín, Abel fue pastor de
ovejas y Caín agricultor.
(C.I.C 2335) Cada uno
de los dos sexos es, con una dignidad igual, aunque de manera distinta, imagen
del poder y de la ternura de Dios. La unión
del hombre y de la mujer en el matrimonio es una manera de imitar en la
carne la generosidad y la fecundidad del Creador: ‘El hombre deja a su padre y
a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne’ (Gn 2, 24). De esta
unión proceden todas las generaciones humanas (cf. Gn 4, 1-2.25-26; 5, 1). (C.I.C
2336) Jesús vino a restaurar la creación en la pureza de sus orígenes. En el
Sermón de la Montaña interpreta de manera rigurosa el plan de Dios: ‘Habéis
oído que se dijo: «no cometerás adulterio». Pues yo os digo: «Todo el que mira
a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón’» (Mt 5,
27-28). El hombre no debe separar lo que Dios ha unido (cf. Mt 19, 6). La
Tradición de la Iglesia ha entendido el sexto mandamiento como referido a la
globalidad de la sexualidad humana.
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