jueves, 5 de abril de 2012
Gn 2,18 No conviene que el hombre esté solo
18 Después dijo el Señor Dios: «No conviene que el hombre
esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada».
(C.I.C 371) Creados a
la vez, el hombre y la mujer son queridos por Dios el uno para el otro. La
Palabra de Dios nos lo hace entender mediante diversos acentos del texto
sagrado. "No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda
adecuada" (Gn 2,18). Ninguno de los animales es "ayuda adecuada"
para el hombre (Gn 2,19-20). La mujer, que Dios "forma" de la
costilla del hombre y presenta a éste, despierta en él un grito de admiración,
una exclamación de amor y de comunión: "Esta vez sí que es hueso de mis
huesos y carne de mi carne" (Gn 2,23). El hombre descubre en la mujer como
un otro "yo", de la misma humanidad. (C.I.C 1605) La Sagrada
escritura afirma que el hombre y la mujer fueron creados el uno para el otro:
"No es bueno que el hombre esté solo" (Gn 2,18). La mujer,
"carne de su carne" (Gn 2,23), su igual, la criatura más semejante al
hombre mismo, le es dada por Dios como una "auxilio" (Gn 2,18),
representando así a Dios que es nuestro "auxilio" (cf. Sal 121,2).
"Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se
hacen una sola carne" (cf. Gn 2,24). Que esto significa una unión
indefectible de sus dos vidas, el Señor mismo lo muestra recordando cuál fue
"en el principio", el plan del Creador (Mt 19,4): "De manera que
ya no son dos sino una sola carne" (Mt 19,6).
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