sábado, 21 de abril de 2012
Gn 3,19 Ganarás el pan con el sudor de tu frente
19 Ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que
vuelvas a la tierra, de donde fuiste sacado. ¡Porque eres polvo y al polvo
volverás!».
(C.I.C 2427) El trabajo humano procede directamente de
personas creadas a imagen de Dios y llamadas a prolongar, unidas y para mutuo
beneficio, la obra de la creación dominando la tierra (cf. Gn 1, 28; Gaudium et spes, 34; Centesimus Annus, 31). El trabajo es,
por tanto, un deber: ‘Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma’ (2Ts 3,
10; cf. 1Ts 4, 11). El trabajo honra los dones del Creador y los talentos
recibidos. Puede ser también redentor. Soportando el peso del trabajo (cf. Gn
3, 14-19), en unión con Jesús, el carpintero de Nazaret y el crucificado del
Calvario, el hombre colabora en cierta manera con el Hijo de Dios en su obra
redentora. Se muestra como discípulo de Cristo llevando la Cruz cada día, en la
actividad que está llamado a realizar (cf. Laborem
exercens, 27). El trabajo puede ser un medio de santificación y de
animación de las realidades terrenas en el espíritu de Cristo.
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