viernes, 6 de abril de 2012
Gn 2,19-20 Puso un nombre a todos los animales
19 Entonces el Señor Dios modeló con arcilla del suelo a
todos los animales de campo y a todos los pájaros del cielo, y los presentó al
hombre para ver qué nombre les pondría. Porque cada ser viviente debía tener el
nombre que le pusiera el hombre. 20 El hombre puso un nombre a todos los
animales domésticos, a todas las aves del cielo y a todos los animales del
campo; pero entre ellos no encontró la ayuda adecuada.
(C.I.C 2416) Los animales son criaturas de Dios, que los
rodea de su solicitud providencial (cf. Mt 6, 16). Por su simple existencia, lo
bendicen y le dan gloria (cf. Dn 3, 79-81). También los hombres les deben
aprecio. Recuérdese con qué delicadeza trataban a los animales san Francisco de
Asís o san Felipe Neri. (C.I.C 2417) Dios confió los animales a la
administración del que fue creado por él a su imagen (cf. Gn 2, 19-20; 9, 1-4).
Por tanto, es legítimo servirse de los animales para el alimento y la
confección de vestidos. Se los puede domesticar para que ayuden al hombre en
sus trabajos y en sus ocios. Los experimentos médicos y científicos en
animales, si se mantienen dentro de límites razonables, son prácticas
moralmente aceptables, pues contribuyen a cuidar o salvar vidas humanas. (C.I.C
2418) Es contrario a la dignidad humana hacer sufrir inútilmente a los animales
y sacrificar sin necesidad sus vidas. Es también indigno invertir en ellos
sumas que deberían remediar más bien la miseria de los hombres. Se puede amar a
los animales; pero no se puede desviar hacia ellos el afecto debido únicamente
a los seres humanos.
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