sábado, 14 de abril de 2012
Gn 3,6-7 Y él también comió
6 Cuando la mujer vio que el árbol era apetitoso para
comer, agradable a la vista y deseable para adquirir discernimiento, tomó de su
fruto y comió; luego se lo dio a su marido, que estaba con ella, y él también
comió. 7 Entonces se abrieron los ojos de los dos y descubrieron que estaban
desnudos. Por eso se hicieron unos taparrabos, entretejiendo hojas de higuera.
(C.I.C 399) La Escritura muestra las consecuencias
dramáticas de esta primera desobediencia. Adán y Eva pierden inmediatamente la
gracia de la santidad original (cf. Rm 3,23). Tienen miedo del Dios (cf. Gn
3,9-10) de quien han concebido una falsa imagen, la de un Dios celoso de sus
prerrogativas (cf. Gn 3,5). (C.I.C 400) La armonía en la que se encontraban,
establecida gracias a la justicia original, queda destruida; el dominio de las
facultades espirituales del alma sobre el cuerpo se quiebra (cf. Gn 3,7); la
unión entre el hombre y la mujer es sometida a tensiones (cf. Gn 3,11-13); sus
relaciones estarán marcadas por el deseo y el dominio (cf. Gn 3,16). La armonía
con la creación se rompe; la creación visible se hace para el hombre extraña y
hostil (cf. Gn 3,17.19). A causa del hombre, la creación es sometida "a la
servidumbre de la corrupción" (Rm 8,21). Por fin, la consecuencia explícitamente
anunciada para el caso de desobediencia (cf. Gn 2,17), se realizará: el hombre
"volverá al polvo del que fue formado" (Gn 3,19). La muerte hace su entrada en la historia de
la humanidad (cf. Rm 5,12).
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