jueves, 19 de abril de 2012
Gn 3,16 Darás a luz a tus hijos con dolor
16 Y el Señor Dios dijo a la mujer: «Multiplicaré los
sufrimientos de tus embarazos; darás a luz a tus hijos con dolor. Sentirás
atracción por tu marido, y él te dominará».
(C.I.C 1609) En su
misericordia, Dios no abandonó al hombre pecador. Las penas que son
consecuencia del pecado, "los dolores del parto" (Gn 3,16), el
trabajo "con el sudor de tu frente" (Gn 3,19), constituyen también
remedios que limitan los daños del pecado. Tras la caída, el matrimonio ayuda a
vencer el repliegue sobre sí mismo, el egoísmo, la búsqueda del propio placer,
y a abrirse al otro, a la ayuda mutua, al don de sí. (C.I.C 1608) Sin embargo,
el orden de la Creación subsiste aunque gravemente perturbado. Para sanar las
heridas del pecado, el hombre y la mujer necesitan la ayuda de la gracia que
Dios, en su misericordia infinita, jamás les ha negado (cf. Gn 3,21). Sin esta
ayuda, el hombre y la mujer no pueden llegar a realizar la unión de sus vidas
en orden a la cual Dios los creó "al comienzo".
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