lunes, 26 de octubre de 2015
538. ¿Qué relaciones tienen en el Antiguo Testamento el templo y el rey con la oración?
(Compendio
538) A la sombra de la morada de Dios –el Arca de la Alianza y más tarde el
Templo– se desarrolla la oración del Pueblo de Dios bajo la guía de sus
pastores. Entre ellos, David es el rey «según el corazón de Dios» (cf Hch 13,
22), el pastor que ora por su pueblo. Su oración es un modelo para la oración
del pueblo, puesto que es adhesión a la promesa divina, y confianza plena de
amor, en Aquél que es el solo Rey y Señor.
Resumen
(C.I.C 2594) La
oración del pueblo de Dios se desarrolla a la sombra de la morada de Dios, el
arca de la alianza y el Templo, bajo la guía de los pastores, especialmente el
rey David, y de los profetas.
Profundizar y modos
de explicaciones
(C.I.C 2578) La
oración del pueblo de Dios se desarrolla a la sombra de la morada de Dios, el
Arca de la Alianza y más tarde el Templo. Los guías del pueblo - pastores y
profetas - son los primeros que le enseñan a orar. El niño Samuel aprendió de
su madre Ana cómo "estar ante el Señor" (cf. 1S 1, 9-18) y del
sacerdote Elí cómo escuchar Su Palabra: "Habla, Señor, que tu siervo
escucha" (cf. 1S 3, 9-10). Más tarde, también él conocerá el precio y el
peso de la intercesión: "Por mi parte, lejos de mí pecar contra el Señor
dejando de suplicar por vosotros y de enseñaros el camino bueno y recto"
(1S 12, 23). (C.I.C 2579) David es, por excelencia, el rey "según el
corazón de Dios", el pastor que ruega por su pueblo y en su nombre, aquél
cuya sumisión a la voluntad de Dios, cuya alabanza y arrepentimiento serán
modelo de la oración del pueblo. Ungido de Dios, su oración es adhesión fiel a
la promesa divina (cf. 2S 7, 18-29), confianza cordial y gozosa en aquel que es
el único Rey y Señor. En los Salmos, David, inspirado por el Espíritu Santo, es
el primer profeta de la oración judía y cristiana. La oración de Cristo,
verdadero Mesías e hijo de David, revelará y llevará a su plenitud el sentido
de esta oración.
Para la reflexión
(C.I.C 2580) El
Templo de Jerusalén, la casa de oración que David quería construir, será la
obra de su hijo, Salomón. La oración de la Dedicación del Templo (cf. 1R 8,
10-61) se apoya en la Promesa de Dios y su Alianza, la presencia activa de su
Nombre entre su Pueblo y el recuerdo de los grandes hechos del Exodo. El rey
eleva entonces las manos al cielo y ruega al Señor por él, por todo el pueblo,
por las generaciones futuras, por el perdón de sus pecados y sus necesidades
diarias, para que todas las naciones sepan que Dios es el único Dios y que el
corazón del pueblo le pertenece por entero a Él.
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