viernes, 16 de octubre de 2015
532. ¿Qué exige Jesús con la pobreza del corazón?
(Compendio
532) Jesús exige a sus discípulos que le antepongan a Él respecto a todo y a
todos. El desprendimiento de las riquezas –según el espíritu de la pobreza
evangélica– y el abandono a la providencia de Dios, que nos libera de la
preocupación por el mañana, nos preparan para la bienaventuranza de «los pobres
de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos» (Mt 5, 3).
Resumen
(C.I.C 2556) El
desprendimiento de las riquezas es necesario para entrar en el Reino de los
cielos. "Bienaventurados los pobres de corazón" (Mt 5, 3).
Profundizar y modos
de explicaciones
(C.I.C 2544)
Jesús exhorta a sus discípulos a preferirle a Él
respecto a todo y a todos y les propone ‘renunciar a todos sus bienes’ (cf. Lc
14, 33) por Él y por el Evangelio (cf. Mc 8,
35). Poco antes de su pasión les mostró como ejemplo la pobre viuda de
Jerusalén que, de su indigencia, dio todo lo que tenía para vivir (cf. Lc 21,
4). El precepto del desprendimiento de las riquezas es obligatorio para entrar
en el Reino de los cielos. (C.I.C 2545) ‘Todos los cristianos han de intentar
orientar rectamente sus deseos para que el uso de las cosas de este mundo y el
apego a las riquezas no les impidan, en contra del espíritu de pobreza
evangélica, buscar el amor perfecto’ (Lumen
gentium, 42).
Para la reflexión
(C.I.C 2546)
‘Bienaventurados los pobres en el espíritu’ (Mt 5, 3). Las bienaventuranzas
revelan un orden de felicidad y de gracia, de belleza y de paz. Jesús celebra
la alegría de los pobres, a quienes pertenece ya el Reino (cf. Lc 6, 20): “El
Verbo llama ‘pobreza en el Espíritu’ a la humildad voluntaria de un espíritu
humano y su renuncia; el apóstol nos da como ejemplo la pobreza de Dios cuando
dice: ‘Se hizo pobre por nosotros’” (2Co 8, 9; San Gregorio de Nisa, De beatitudinibus, oratio 1: PG 44,
1200). (C.I.C 2547) El Señor se lamenta de los ricos porque encuentran su
consuelo en la abundancia de bienes (cf. Lc 6, 24). ‘El orgulloso busca el
poder terreno, mientras el pobre en espíritu busca el Reino de los cielos’ (San
Agustín, De sermone Domini in monte,
1, 1, 3: PL 34, 1232). El abandono en la providencia del Padre del cielo libera
de la inquietud por el mañana (cf. Mt 6, 25-34). La confianza en Dios dispone a
la bienaventuranza de los pobres: ellos verán a Dios.
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