jueves, 8 de octubre de 2015
527. ¿Qué exige el noveno mandamiento? (Segunda parte - continuación)
(Compendio 527
- repetición) El noveno mandamiento exige vencer la
concupiscencia carnal en los pensamientos y en los deseos. La lucha contra esta
concupiscencia supone la purificación del corazón y la práctica de la virtud de
la templanza.
Resumen
(C.I.C 2528)
‘Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su
corazón’ (Mt 5, 28). (C.I.C 2529) El noveno mandamiento pone en guardia contra
el desorden o concupiscencia de la carne. (C.I.C 2530) La lucha contra la
concupiscencia de la carne pasa por la purificación del corazón y por la
práctica de la templanza.
Profundizar y modos
de explicaciones
(C.I.C 2516) En
el hombre, porque es un ser compuesto de
espíritu y cuerpo, existe cierta tensión, y se desarrolla una lucha de
tendencias entre el ‘espíritu’ y la ‘carne’. Pero, en realidad, esta lucha
pertenece a la herencia del pecado. Es una consecuencia de él, y, al mismo
tiempo, confirma su existencia. Forma parte de la experiencia cotidiana del
combate espiritual: “Para el apóstol no se trata de discriminar o condenar el
cuerpo, que con el alma espiritual constituye la naturaleza del hombre y su
subjetividad personal, sino que trata de las obras - mejor dicho, de las disposiciones estables -, virtudes y
vicios, moralmente buenas o malas, que
son fruto de sumisión (en el primer caso) o bien de resistencia (en el segundo caso) a la acción salvífica del Espíritu Santo. Por ello el apóstol escribe:
‘Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu’” (Ga 5, 25;
Juan Pablo II, Dominum et Vivificantem,
55).
Para la reflexión
(C.I.C 405)
Aunque propio de cada uno (cf. Concilio de
Trento: DS 1513), el pecado original no tiene, en ningún descendiente de Adán,
un carácter de falta personal. Es la privación de la santidad y de la justicia
originales, pero la naturaleza humana no está totalmente corrompida: está
herida en sus propias fuerzas naturales, sometida a la ignorancia, al sufrimiento
y al imperio de la muerte e inclinada al pecado (esta inclinación al mal es
llamada "concupiscencia"). El Bautismo, dando la vida de la gracia de
Cristo, borra el pecado original y devuelve el hombre a Dios, pero las
consecuencias para la naturaleza, debilitada e inclinada al mal, persisten en
el hombre y lo llaman al combate espiritual. (C.I.C 407) La doctrina sobre el
pecado original -vinculada a la de la Redención de Cristo- proporciona una
mirada de discernimiento lúcido sobre la situación del hombre y de su obrar en
el mundo. Por el pecado de los primeros padres, el diablo adquirió un cierto
dominio sobre el hombre, aunque éste permanezca libre. El pecado original
entraña "la servidumbre bajo el poder del que en adelante poseía el
imperio de la muerte, es decir, del diablo" (Concilio
de Trento: DS 1511; cf. Hb 2,14). Ignorar que el hombre posee una naturaleza
herida, inclinada al mal, da lugar a graves errores en el dominio de la
educación, de la política, de la acción social (cf. Centesimus annus, 25) y de las costumbres. [Fin]
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