martes, 13 de octubre de 2015
531. ¿Qué manda y qué prohíbe el décimo mandamiento? (Primera parte)
(Compendio
531) Este mandamiento, que complementa al precedente, exige una actitud
interior de respeto en relación con la propiedad ajena, y prohíbe la avaricia,
el deseo desordenado de los bienes de otros y la envidia, que consiste en la
tristeza experimentada ante los bienes del prójimo y en el deseo desordenado de
apropiarse de los mismos.
Resumen
(C.I.C 2551)
"Donde […] está tu tesoro allí estará tu corazón" (Mt 6,21).
Profundizar y modos
de explicaciones
(C.I.C 2534) El
décimo mandamiento desdobla y completa el noveno, que versa sobre la
concupiscencia de la carne. Prohíbe la codicia del bien ajeno, raíz del robo,
de la rapiña y del fraude, prohibidos por el séptimo mandamiento. La
‘concupiscencia de los ojos’ (cf. 1Jn 2, 16) lleva a la violencia y la
injusticia prohibidas por el quinto precepto (cf. Mi 2, 2). La codicia tiene su
origen, como la fornicación, en la idolatría condenada en las tres primeras
prescripciones de la ley (cf. Sb 14, 12). El décimo mandamiento se refiere a la
intención del corazón; resume, con el noveno, todos los preceptos de la
Ley.
Para la reflexión
(C.I.C 2535) El
apetito sensible nos impulsa a desear las cosas agradables que no poseemos.
Así, desear comer cuando se tiene hambre, o calentarse cuando se tiene frío.
Estos deseos son buenos en sí mismos; pero con frecuencia no guardan la medida
de la razón y nos empujan a codiciar injustamente lo que no es nuestro y
pertenece, o es debido a otra persona. (Continua)
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