jueves, 15 de octubre de 2015
531. ¿Qué manda y qué prohíbe el décimo mandamiento? (Tercera parte - continuación)
(Compendio 531
- repetición) Este mandamiento, que complementa al precedente,
exige una actitud interior de respeto en relación con la propiedad ajena, y
prohíbe la avaricia, el deseo desordenado de los bienes de otros y la envidia,
que consiste en la tristeza experimentada ante los bienes del prójimo y en el
deseo desordenado de apropiarse de los mismos.
Resumen
(C.I.C 2553) La
envidia es la tristeza que se experimenta ante el bien del prójimo y el deseo
desordenado de apropiárselo. Es un pecado capital.
Profundizar y modos
de explicaciones
(C.I.C 2538) El
décimo mandamiento exige que se destierre del corazón humano la envidia. Cuando el profeta Natán quiso
estimular el arrepentimiento del rey David, le contó la historia del pobre que
sólo poseía una oveja, a la que trataba como una hija, y del rico que, a pesar
de sus numerosos rebaños, envidiaba al primero y acabó por robarle la cordera
(cf. 2S 12, 1-4). La envidia puede conducir a las peores fechorías (cf. Gn 4,
3-7; 1R 21, 1-29). La muerte entró en el mundo por la envidia del diablo (cf.
Sb 2, 24). “Luchamos entre nosotros, y es la envidia la que nos arma unos
contra otros [...] Si todos se afanan así por perturbar el Cuerpo de Cristo, ¿a
dónde llegaremos? […] Estamos debilitando el Cuerpo de Cristo [...] Nos
declaramos miembros de un mismo organismo y nos devoramos como lo harían las
fieras” (San Juan Crisóstomo, In
epistulam II ad Corinthios, homilia
27, 3-4: PG 61, 588). (C.I.C 2539) La envidia es un pecado capital. Manifiesta
la tristeza experimentada ante el bien del prójimo y el deseo desordenado de
poseerlo, aunque sea en forma indebida. Cuando desea al prójimo un mal grave es
un pecado mortal: San Agustín veía en la envidia el ‘pecado diabólico por
excelencia’ (San Agustín, De disciplina
christiana, 7, 7: PL 40, 673; Id., Epistula
108: PL 33, 410). ‘De la envidia nacen el odio, la maledicencia, la calumnia,
la alegría causada por el mal del prójimo y la tristeza causada por su
prosperidad’ (San Gregorio Magno, Moralia
in Job, 31, 45, 88: PL 76, 621).
Para la reflexión
(C.I.C 2540) La
envidia representa una de las formas de la tristeza y, por tanto, un rechazo de
la caridad; el bautizado debe luchar contra ella mediante la benevolencia. La
envidia procede con frecuencia del orgullo; el bautizado ha de esforzarse por
vivir en la humildad: “¿Querríais ver a Dios glorificado por vosotros? Pues
bien, alegraos del progreso de vuestro hermano y con ello Dios será glorificado
por vosotros. Dios será alabado -se dirá- porque su siervo ha sabido vencer la
envidia poniendo su alegría en los méritos de otros” (San Juan Crisóstomo, In epistulam ad Romanos, homilía 7, 5:
PG 60, 448). [Fin]
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