miércoles, 21 de octubre de 2015
535. ¿Por qué existe una vocación universal a la oración?
(Compendio
535) Existe una vocación universal a la oración, porque Dios, por medio de la
creación, llama a todo ser desde la nada; e incluso después de la caída, el
hombre sigue siendo capaz de reconocer a su Creador, conservando el deseo de
Aquel que le ha llamado a la existencia. Todas las religiones y, de modo
particular, toda la historia de la salvación, dan testimonio de este deseo de
Dios por parte del hombre; pero es Dios quien primero e incesantemente atrae a
todos al encuentro misterioso de la oración.
Resumen
(C.I.C 2591) Dios
llama incansablemente a cada persona al encuentro misterioso con Él. La oración acompaña a toda la historia de la
salvación como una llamada recíproca entre Dios y el hombre.
Profundizar y modos
de explicaciones
(C.I.C 2566) El hombre busca a Dios. Por la creación
Dios llama a todo ser desde la nada a la existencia. Coronado de gloria y
esplendor (Sal 8, 6), el hombre es, después de los ángeles, capaz de reconocer
"¡qué glorioso es el Nombre del Señor por toda la tierra!" (Sal 8,
2). Incluso después de haber perdido, por su pecado, su semejanza con Dios, el
hombre sigue siendo imagen de su Creador. Conserva el deseo de Aquél que le
llama a la existencia. Todas las religiones dan testimonio de esta búsqueda
esencial de los hombres (cf. Hch. 17, 27). (C.I.C 2567) Dios es quien primero llama al hombre. Olvide el hombre a su
Creador o se esconda lejos de su faz, corra detrás de sus ídolos o acuse a la
divinidad de haberlo abandonado, el Dios vivo y verdadero llama incansablemente
a cada persona al encuentro misterioso de la oración. Esta iniciativa de amor
del Dios fiel es siempre lo primero en la oración, la actitud del hombre es
siempre una respuesta. A medida que Dios se revela, y revela al hombre a sí
mismo, la oración aparece como un llamamiento recíproco, un hondo
acontecimiento de Alianza. A través de palabras y de actos, tiene lugar un
trance que compromete el corazón humano. Este se revela a través de toda la
historia de la salvación.
Para la reflexión
(C.I.C 2667) Esta
invocación de fe bien sencilla ha sido desarrolla da en la tradición de la
oración bajo formas diversas en Oriente y en Occidente. La formulación más
habitual, transmitida por los espirituales del Sinaí, de Siria y del Monte
Athos es la invocación: "Señor Jesúcristo, Hijo de Dios, ten piedad de
nosotros, pecadores" Conjuga el himno cristológico de Flp 2, 6-11 con la
petición del publicano y del mendigo ciego (cf. Lc 18,13; Mc 10, 46-52).
Mediante ella, el corazón está acorde con la miseria de los hombres y con la
misericordia de su Salvador.
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