jueves, 6 de agosto de 2015
495. ¿Cuáles son los bienes del amor conyugal, al que está ordenada la sexualidad?
(Compendio
495) Los bienes del amor conyugal, que para los bautizados está santificado por
el sacramento del Matrimonio, son: la unidad, la fidelidad, la indisolubilidad
y la apertura a la fecundidad.
Resumen
(C.I.C 2397) La
alianza que los esposos contraen libremente implica un amor fiel. Les confiere
la obligación de guardar indisoluble su matrimonio. (C.I.C 2398) La fecundidad
es un bien, un don, un fin del matrimonio. Dando la vida, los esposos
participan de la paternidad de Dios.
Profundizar y modos
de explicaciones
(C.I.C 2360) La
sexualidad está ordenada al amor conyugal del hombre y de la mujer. En el
matrimonio, la intimidad corporal de los esposos viene a ser un signo y una
garantía de comunión espiritual. Entre bautizados, los vínculos del matrimonio
están santificados por el sacramento.
Para la reflexión
(C.I.C 2361) ‘La
sexualidad […] mediante la cual el hombre y la mujer se dan el uno al otro con
los actos propios y exclusivos de los esposos, no es algo puramente biológico,
sino que afecta al núcleo íntimo de la persona humana en cuanto tal. Ella se
realiza de modo verdaderamente humano solamente cuando es parte integral del
amor con el que el hombre y la mujer se comprometen totalmente entre sí hasta
la muerte’ (Familiaris consortio,
11). “Tobías se levantó del lecho y dijo a Sara: ‘Levántate, hermana, y oremos
y pidamos a nuestro Señor que se apiade de nosotros y nos salve’. Ella se
levantó y empezaron a suplicar y a pedir el poder quedar a salvo. Comenzó él
diciendo: ‘¡Bendito seas tú, Dios de nuestros padres [...]. Tú creaste a Adán,
y para él creaste a Eva, su mujer, para sostén y ayuda, y para que de ambos
proviniera la raza de los hombres. Tú mismo dijiste: «no es bueno que el hombre
se halle solo; hagámosle una ayuda semejante a él». Yo no tomo a ésta mi
hermana con deseo impuro, mas con recta intención. Ten piedad de mí y de ella y
podamos llegar juntos a nuestra ancianidad’. Y dijeron a coro: ‘Amén, amén’. Y
se acostaron para pasar la noche (Tb 8, 4-9).
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