domingo, 29 de abril de 2012
Gn 4,8-12 Caín se abalanzó sobre su hermano y lo mató
8 Caín dijo a su hermano Abel: «Vamos afuera». Y cuando
estuvieron en el campo, se abalanzó sobre su hermano y lo mató. 9 Entonces el
Señor preguntó a Caín: «¿Dónde está tu hermano Abel?». «No lo sé», respondió
Caín. «¿Acaso yo soy el guardián de mi hermano?». 10 Pero el Señor le replicó:
«¿Qué has hecho? ¡Escucha! La sangre de tu hermano grita hacia mí desde el
suelo. 11 Por eso maldito seas lejos del suelo que abrió sus fauces para
recibir la sangre de tu hermano derramada por ti. 12 Cuando lo cultives, no te
dará más su fruto, y andarás por la tierra errante y vagabundo».
(C.I.C 2259) La
Escritura, en el relato de la muerte de Abel a manos de su hermano Caín (Cf. Gn
4, 8-12), revela, desde los comienzos de la historia humana, la presencia en el
hombre de la ira y la codicia, consecuencias del pecado original. El hombre se
convirtió en el enemigo de sus semejantes. Dios manifiesta la maldad de este
fratricidio: ‘¿Qué has hecho? Se oye la sangre de tu hermano clamar a mí desde
el suelo. Pues bien: maldito seas, lejos de este suelo que abrió su boca para
recibir de tu mano la sangre de tu hermano’ (Gn 4, 10-11). (C.I.C 1867) La
tradición catequética recuerda también que existen ‘pecados que claman al cielo’. Claman al cielo: la sangre de Abel (cf.
Gn 4, 10); el pecado de los sodomitas (cf. Gn 18, 20; 19, 13); el clamor del
pueblo oprimido en Egipto (cf. Ex 3, 7-10); el lamento del extranjero, de la
viuda y el huérfano (cf. Ex 22, 20-22); la injusticia para con el asalariado (cf.
Dt 24, 14-15; St 5, 4). (C.I.C 2268) El quinto mandamiento condena como
gravemente pecaminoso el homicidio
directo y voluntario. El que mata y los que cooperan voluntariamente con él
cometen un pecado que clama venganza al cielo (Cf. Gn 4, 10). El infanticidio (Gaudium et spes, 51), el fratricidio, el
parricidio, el homicidio del cónyuge son crímenes especialmente graves a causa
de los vínculos naturales que destruyen. Preocupaciones de eugenesia o de salud
pública no pueden justificar ningún homicidio, aunque fuera ordenado por las
propias autoridades.
sábado, 28 de abril de 2012
Gn 4,3-7 El pecado está agazapado a la puerta
(Gn 4,3-7) El pecado está agazapado a la puerta
3 Al cabo de un tiempo, Caín presentó como ofrenda al
Señor algunos frutos del suelo, 4 mientras que Abel le ofreció las primicias y
lo mejor de su rebaño. El Señor miró con agrado a Abel y su ofrenda, 5 pero no
miró a Caín ni su ofrenda. Caín se mostró muy resentido y agachó la cabeza. 6
El Señor le dijo: «¿Por qué estás resentido y tienes la cabeza baja? 7 Si obras
bien podrás mantenerla erguida; si obras mal, el pecado está agazapado a la
puerta y te acecha, pero tú debes dominarlo».
(C.I.C 2358) Un número apreciable de hombres y mujeres
presentan tendencias homosexuales instintivas. No eligen su condición
homosexual; ésta constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba.
Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a
ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a
realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al
sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa
de su condición. (C.I.C 2359) Las personas homosexuales están llamadas a la
castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad
interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la
oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y
resueltamente a la perfección cristiana.
viernes, 27 de abril de 2012
Gn 4,1-2 He procreado un varón con la ayuda del Señor
GÉNESIS 4
(Gn 4,1-2) He procreado un varón con la ayuda del Señor
1 El hombre se unió a Eva, su mujer, y ella concibió y
dio a luz a Caín. Entonces dijo: «He procreado un varón, con la ayuda del
Señor». 2 Más tarde dio a luz a Abel, el hermano de Caín, Abel fue pastor de
ovejas y Caín agricultor.
(C.I.C 2335) Cada uno
de los dos sexos es, con una dignidad igual, aunque de manera distinta, imagen
del poder y de la ternura de Dios. La unión
del hombre y de la mujer en el matrimonio es una manera de imitar en la
carne la generosidad y la fecundidad del Creador: ‘El hombre deja a su padre y
a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne’ (Gn 2, 24). De esta
unión proceden todas las generaciones humanas (cf. Gn 4, 1-2.25-26; 5, 1). (C.I.C
2336) Jesús vino a restaurar la creación en la pureza de sus orígenes. En el
Sermón de la Montaña interpreta de manera rigurosa el plan de Dios: ‘Habéis
oído que se dijo: «no cometerás adulterio». Pues yo os digo: «Todo el que mira
a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón’» (Mt 5,
27-28). El hombre no debe separar lo que Dios ha unido (cf. Mt 19, 6). La
Tradición de la Iglesia ha entendido el sexto mandamiento como referido a la
globalidad de la sexualidad humana.
miércoles, 25 de abril de 2012
Gn 3,24 Para custodiar el acceso al árbol de la vida
(Gn 3,24) Para custodiar el acceso al árbol de la vida
24 Y después de expulsar al hombre, puso al oriente del
jardín de Edén a los querubines y la llama de la espada zigzagueante, para
custodiar el acceso al árbol de la vida.
(C.I.C 350) Los
ángeles son criaturas espirituales que glorifican a Dios sin cesar y que sirven
sus designios salvíficos con las otras criaturas: "Ad omnia bona nostra cooperantur angeli" ("Los ángeles
cooperan en toda obra buena que hacemos") (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, 1, 114, 3, ad 3).
(C.I.C 351) Los ángeles rodean a Cristo, su Señor. Le sirven particularmente en
el cumplimiento de su misión salvífica para con los hombres. (C.I.C 352) La
Iglesia venera a los ángeles que la ayudan en su peregrinar terrestre y
protegen a todo ser humano. (C.I.C 309) Si Dios Padre todopoderoso, Creador del
mundo ordenado y bueno, tiene cuidado de todas sus criaturas, ¿por qué existe
el mal? A esta pregunta tan apremiante como inevitable, tan dolorosa como
misteriosa no se puede dar una respuesta simple. El conjunto de la fe cristiana
constituye la respuesta a esta pregunta: la bondad de la creación, el drama del
pecado, el amor paciente de Dios que sale al encuentro del hombre con sus
Alianzas, con la Encarnación redentora de su Hijo, con el don del Espíritu, con
la congregación de la Iglesia, con la fuerza de los sacramentos, con la llamada
a una vida bienaventurada que las criaturas son invitadas a aceptar libremente,
pero a la cual, también libremente, por un misterio terrible, pueden negarse o
rechazar. No hay un rasgo del mensaje
cristiano que no sea en parte una respuesta a la cuestión del mal. (C.I.C 310)
Pero ¿por qué Dios no creó un mundo tan perfecto que en él no pudiera existir
ningún mal? En su poder Infinito, Dios podría siempre crear algo mejor (cf. Santo
Tomás de Aquino, Summa theologiae, I,
25, 6). Sin embargo, en su sabiduría y bondad infinitas, Dios quiso libremente
crear un mundo "en estado de vía" hacia su perfección última. Este
devenir trae consigo en el designio de Dios, junto con la aparición de ciertos
seres, la desaparición de otros; junto con lo más perfecto lo menos perfecto;
junto con las construcciones de la naturaleza también las destrucciones. Por
tanto, con el bien físico existe también el
mal físico, mientras la creación no haya alcanzado su perfección (cf. Santo
Tomás de Aquino, Summa contra gentiles,
3, 71).
martes, 24 de abril de 2012
Gn 3,23 Trabajara la tierra de la que había sido sacado
(Gn 3,23) Trabajara la tierra de la que había sido sacado
23 Entonces expulsó al hombre del jardín de Edén, para
que trabajara la tierra de la que había sido sacado.
(C.I.C 2428) En el
trabajo, la persona ejerce y aplica una parte de las capacidades inscritas en
su naturaleza. El valor primordial del trabajo pertenece al hombre mismo, que
es su autor y su destinatario. El trabajo es para el hombre y no el hombre para
el trabajo (cf. Laborem exercens, 6).
Cada cual debe poder sacar del trabajo los medios para sustentar su vida y la
de los suyos, y para prestar servicio a la comunidad humana. (C.I.C 311) Los
ángeles y los hombres, criaturas inteligentes y libres, deben caminar hacia su
destino último por elección libre y amor de preferencia. Por ello pueden
desviarse. De hecho pecaron. Y fue así como el
mal moral entró en el mundo, incomparablemente más grave que el mal físico.
Dios no es de ninguna manera, ni directa ni indirectamente, la causa del mal
moral (cf. San Agustín, De libero
arbitrio, 1, 1, 1: PL 32, 1221-1223; Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, 1-2, 79, 1). Sin
embargo, lo permite, respetando la libertad de su criatura, y, misteriosamente,
sabe sacar de él el bien: “Porque el Dios todopoderoso [...] por ser
soberanamente bueno, no permitiría jamás que en sus obras existiera algún mal, si
Él no fuera suficientemente poderoso y bueno para hacer surgir un bien del
mismo mal” (San Agustín, Enchiridion de
fide, spe et caritate, 3, 11: PL 40, 236).
lunes, 23 de abril de 2012
Gn 3,21-22 El hombre ha llegado a ser como uno de nosotros
(Gn 3,21-22) El hombre ha llegado a ser como uno de nosotros
21 El Señor Dios hizo al hombre y a su mujer unas
túnicas de pieles y los vistió. 22 Después el Señor Dios dijo: «El hombre ha
llegado a ser como uno de nosotros en el conocimiento del bien y del mal. No
vaya a ser que ahora extienda su mano, tome también del árbol de la vida, coma
y viva para siempre».
(C.I.C 388) Con el desarrollo de la Revelación se va
iluminando también la realidad del pecado. Aunque el Pueblo de Dios del Antiguo
Testamento conoció de alguna manera la condición humana a la luz de la historia
de la caída narrada en el Génesis, no podía alcanzar el significado último de
esta historia que sólo se manifiesta a la luz de la muerte y de la resurrección
de Jesucristo (cf. Rm 5,12-21). Es preciso conocer a Cristo como fuente de la
gracia para conocer a Adán como fuente del pecado. El Espíritu-Paráclito,
enviado por Cristo resucitado, es quien vino "a convencer al mundo en lo
referente al pecado" (Jn 16,8) revelando al que es su Redentor. (C.I.C 314)
Creemos firmemente que Dios es el Señor del mundo y de la historia. Pero los
caminos de su providencia nos son con frecuencia desconocidos. Sólo al final,
cuando tenga fin nuestro conocimiento parcial, cuando veamos a Dios "cara
a cara" (1Co 13, 12), nos serán plenamente conocidos los caminos por los
cuales, incluso a través de los dramas del mal y del pecado, Dios habrá
conducido su creación hasta el reposo de ese Sabbat (cf. Gn 2, 2) definitivo, en vista del cual creó el cielo y
la tierra.
domingo, 22 de abril de 2012
Gn 3,20 El hombre dio a su mujer el nombre de Eva
(Gn 3,20) El hombre dio a su mujer el nombre de Eva
20 El hombre dio a su mujer el nombre de Eva, por ser
ella la madre de todos los vivientes
(C.I.C 489) A lo largo de toda la Antigua Alianza, la misión
de María fue preparada por la misión de algunas santas mujeres. Al principio de
todo está Eva: a pesar de su desobediencia, recibe la promesa de una
descendencia que será vencedora del Maligno (cf. Gn 3, 15) y la de ser la Madre
de todos los vivientes (cf. Gn 3, 20). En virtud de esta promesa, Sara concibe
un hijo a pesar de su edad avanzada (cf. Gn 18, 10-14; 21,1-2). Contra toda
expectativa humana, Dios escoge lo que era tenido por impotente y débil (cf.
1Co 1, 27) para mostrar la fidelidad a su promesa: Ana, la madre de Samuel (cf.
1S 1), Débora, Rut, Judit, y Ester, y muchas otras mujeres. María
"sobresale entre los humildes y los pobres del Señor, que esperan de él con
confianza la salvación y la acogen. Finalmente, con ella, la excelsa Hija de
Sión, después de la larga espera de la promesa, se cumple el plazo y se
inaugura el nuevo plan de salvación" (Lumen
gentium, 55).
sábado, 21 de abril de 2012
Gn 3,19 Ganarás el pan con el sudor de tu frente
(Gn 3,19) Ganarás el pan con el sudor de tu frente
19 Ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que
vuelvas a la tierra, de donde fuiste sacado. ¡Porque eres polvo y al polvo
volverás!».
(C.I.C 2427) El trabajo humano procede directamente de
personas creadas a imagen de Dios y llamadas a prolongar, unidas y para mutuo
beneficio, la obra de la creación dominando la tierra (cf. Gn 1, 28; Gaudium et spes, 34; Centesimus Annus, 31). El trabajo es,
por tanto, un deber: ‘Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma’ (2Ts 3,
10; cf. 1Ts 4, 11). El trabajo honra los dones del Creador y los talentos
recibidos. Puede ser también redentor. Soportando el peso del trabajo (cf. Gn
3, 14-19), en unión con Jesús, el carpintero de Nazaret y el crucificado del
Calvario, el hombre colabora en cierta manera con el Hijo de Dios en su obra
redentora. Se muestra como discípulo de Cristo llevando la Cruz cada día, en la
actividad que está llamado a realizar (cf. Laborem
exercens, 27). El trabajo puede ser un medio de santificación y de
animación de las realidades terrenas en el espíritu de Cristo.
viernes, 20 de abril de 2012
Gn 3,17-18 Con fatiga sacarás de él tu alimento
(Gn 3,17-18) Con fatiga sacarás de él tu alimento
17 Y dijo al hombre: «Porque hiciste caso a tu mujer y
comiste del árbol que yo te prohibí, maldito sea el suelo por tu culpa. Con
fatiga sacarás de él tu alimento todos los días de tu vida. 18 El te producirá
cardos y espinas y comerás la hierba del campo.
(C.I.C 386) El pecado
está presente en la historia del hombre: sería vano intentar ignorarlo o dar a
esta oscura realidad otros nombres. Para intentar comprender lo que es el
pecado, es preciso en primer lugar reconocer el vínculo profundo del hombre con Dios, porque fuera de esta
relación, el mal del pecado no es desenmascarado en su verdadera identidad de
rechazo y oposición a Dios, aunque continúe pesando sobre la vida del hombre y
sobre la historia. (C.I.C 387) La realidad del pecado, y más particularmente del
pecado de los orígenes, sólo se esclarece a la luz de la Revelación divina. Sin
el conocimiento que ésta nos da de Dios no se puede reconocer claramente el
pecado, y se siente la tentación de explicarlo únicamente como un defecto de
crecimiento, como una debilidad psicológica, un error, la consecuencia
necesaria de una estructura social inadecuada, etc. Sólo en el conocimiento del
designio de Dios sobre el hombre se comprende que el pecado es un abuso de la
libertad que Dios da a las personas creadas para que puedan amarle y amarse
mutuamente.
jueves, 19 de abril de 2012
Gn 3,16 Darás a luz a tus hijos con dolor
(Gn 3,16) Darás a luz a tus hijos con dolor
16 Y el Señor Dios dijo a la mujer: «Multiplicaré los
sufrimientos de tus embarazos; darás a luz a tus hijos con dolor. Sentirás
atracción por tu marido, y él te dominará».
(C.I.C 1609) En su
misericordia, Dios no abandonó al hombre pecador. Las penas que son
consecuencia del pecado, "los dolores del parto" (Gn 3,16), el
trabajo "con el sudor de tu frente" (Gn 3,19), constituyen también
remedios que limitan los daños del pecado. Tras la caída, el matrimonio ayuda a
vencer el repliegue sobre sí mismo, el egoísmo, la búsqueda del propio placer,
y a abrirse al otro, a la ayuda mutua, al don de sí. (C.I.C 1608) Sin embargo,
el orden de la Creación subsiste aunque gravemente perturbado. Para sanar las
heridas del pecado, el hombre y la mujer necesitan la ayuda de la gracia que
Dios, en su misericordia infinita, jamás les ha negado (cf. Gn 3,21). Sin esta
ayuda, el hombre y la mujer no pueden llegar a realizar la unión de sus vidas
en orden a la cual Dios los creó "al comienzo".
miércoles, 18 de abril de 2012
Gn 3,15 Pondré enemistad entre ti y la mujer
(Gn 3,15) Pondré enemistad entre ti y la mujer
15 Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje
y el suyo. El te aplastará la cabeza y tú le acecharás el talón».
(C.I.C 410) Tras la
caída, el hombre no fue abandonado por Dios. Al contrario, Dios lo llama (cf.
Gn 3,9) y le anuncia de modo misterioso la victoria sobre el mal y el levantamiento
de su caída (cf. Gn 3,15). Este pasaje del Génesis ha sido llamado
"Protoevangelio", por ser el primer anuncio del Mesías redentor,
anuncio de un combate entre la serpiente y la Mujer, y de la victoria final de
un descendiente de ésta. (C.I.C 411) La tradición cristiana ve en este pasaje
un anuncio del "nuevo Adán" (cf. 1Co 15,21-22.45) que, por su
"obediencia hasta la muerte en la Cruz" (Flp 2,8) repara con
sobreabundancia la desobedencia de Adán (cf. Rm 5,19-20). Por otra parte,
numerosos Padres y doctores de la Iglesia ven en la mujer anunciada en el
"protoevangelio" la madre de Cristo, María, como "nueva
Eva". Ella ha sido la que, la primera y de una manera única, se benefició
de la victoria sobre el pecado alcanzada por Cristo: fue preservada de toda
mancha de pecado original (cf. Pío IX: Bula Ineffabilis
Deus: DS 2803) y, durante toda su vida terrena, por una gracia especial de
Dios, no cometió ninguna clase de pecado (cf. Concilio de Trento: DS 1573).
(C.I.C 808) La Iglesia es la Esposa de Cristo: la ha amado y se ha entregado
por ella. La ha purificado por medio de su sangre. Ha hecho de ella la Madre
fecunda de todos los hijos de Dios. (C.I.C 829) "La Iglesia en la
Santísima Virgen llegó ya a la perfección, sin mancha ni arruga. En cambio, los
creyentes se esfuerzan todavía en vencer el pecado para crecer en la santidad.
Por eso dirigen sus ojos a María" (Lumen
gentium, 65): en ella, la Iglesia es ya enteramente santa.
martes, 17 de abril de 2012
Gn 3,14 Te arrastrarás sobre tu vientre
(Gn 3,14) Te arrastrarás sobre tu vientre
14 Y el Señor Dios dijo a la serpiente: «Por haber hecho
esto, maldita seas entre todos los animales domésticos y entre todos los
animales del campo. Te arrastrarás sobre tu vientre, y comerás polvo todos los
días de tu vida.
(C.I.C 414) Satán o el diablo y los otros demonios son
ángeles caídos por haber rechazado libremente servir a Dios y su designio. Su
opción contra Dios es definitiva. Intentan asociar al hombre en su rebelión
contra Dios. (C.I.C 395) Sin embargo, el poder de Satán no es infinito. No es
más que una criatura, poderosa por el hecho de ser espíritu puro, pero siempre
criatura: no puede impedir la edificación del Reino de Dios. Aunque Satán actúe
en el mundo por odio contra Dios y su Reino en Jesucristo, y aunque su acción
cause graves daños -de naturaleza espiritual e indirectamente incluso de
naturaleza física- en cada hombre y en la sociedad, esta acción es permitida
por la divina providencia que con fuerza y dulzura dirige la historia del
hombre y del mundo. El que Dios permita la actividad diabólica es un gran
misterio, pero "nosotros sabemos que en todas las cosas interviene Dios
para bien de los que le aman" (Rm 8,28). (C.I.C 389) La doctrina del
pecado original es, por así decirlo, "el reverso" de la Buena Nueva
de que Jesús es el Salvador de todos los hombres, que todos necesitan salvación
y que la salvación es ofrecida a todos gracias a Cristo. La Iglesia, que tiene
el sentido de Cristo (cf. 1 Cor 2,16) sabe bien que no se puede lesionar la
revelación del pecado original sin atentar contra el Misterio de Cristo.
lunes, 16 de abril de 2012
Gn 3,11-13 ¿Cómo hiciste semejante cosa?
(Gn 3,11-13) ¿Cómo hiciste semejante cosa?
11 El replicó: «¿Y quién te dijo que estabas desnudo?
¿Acaso has comido del árbol que yo te prohibí?». 12 El hombre respondió: «La
mujer que pusiste a mi lado me dio el fruto y yo comí de él». 13 El Señor Dios
dijo a la mujer: «¿Cómo hiciste semejante cosa?». La mujer respondió: «La
serpiente me sedujo y comí».
(C.I.C 396) Dios creó
al hombre a su imagen y lo estableció en su amistad. Criatura espiritual, el
hombre no puede vivir esta amistad más que en la forma de libre sumisión a Dios.
Esto es lo que expresa la prohibición hecha al hombre de comer del árbol del
conocimiento del bien y del mal, "porque el día que comieres de él,
morirás" (Gn 2,17). "El árbol del conocimiento del bien y del
mal" (Gn 2,17) evoca simbólicamente el límite infranqueable que el hombre
en cuanto criatura debe reconocer libremente y respetar con confianza. El
hombre depende del Creador, está sometido a las leyes de la Creación y a las
normas morales que regulan el uso de la libertad. (C.I.C 1607) Según la fe, este
desorden que constatamos dolorosamente, no se origina en la naturaleza del hombre y de la mujer, ni en la naturaleza de sus
relaciones, sino en el pecado. El
primer pecado, ruptura con Dios, tiene como consecuencia primera la ruptura de
la comunión original entre el hombre y la mujer. Sus relaciones quedan
distorsionadas por agravios recíprocos (cf. Gn 3,12); su atractivo mutuo, don
propio del creador (cf. Gn 2,22), se cambia en relaciones de dominio y de
concupiscencia (cf. Gn 3,16); la hermosa vocación del hombre y de la mujer de
ser fecundos, de multiplicarse y someter la tierra (cf. Gn 1,28) queda sometida
a los dolores del parto y los esfuerzos de ganar el pan (cf. Gn 3,16-19).
(C.I.C 394) La Escritura atestigua la influencia nefasta de aquel a quien Jesús
llama "homicida desde el principio" (Jn 8,44) y que incluso intentó
apartarlo de la misión recibida del Padre (cf. Mt 4,1-11). "El Hijo de
Dios se manifestó para deshacer las obras del diablo" (1Jn 3,8). La más
grave en consecuencias de estas obras ha sido la seducción mentirosa que ha
inducido al hombre a desobedecer a Dios.
domingo, 15 de abril de 2012
Gn 3,8-10 Se ocultaron de él
(Gn 3,8-10) Se ocultaron de él
8 Al oír la voz del Señor Dios que se paseaba por el
jardín, a la hora en que sopla la brisa, se ocultaron de él, entre los árboles
del jardín. 9 Pero el Señor Dios llamó al hombre y le dijo: «¿Dónde estás?». 10
«Oí tus pasos por el jardín, respondió él, y tuve miedo porque estaba desnudo.
Por eso me escondí».
(C.I.C 27) El deseo
de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado
por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí, y sólo en
Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar: “La razón
más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la comunión
con Dios. El hombre es invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento; pues
no existe sino porque, creado por Dios por amor, es conservado siempre por
amor; y no vive plenamente según la verdad si no reconoce libremente aquel amor
y se entrega a su Creador” (Gaudium et
spes, 19). (C.I.C 29) Pero esta "unión íntima y vital con Dios" (Gaudium et spes, 19) puede ser olvidada,
desconocida e incluso rechazada explícitamente por el hombre. Tales actitudes
pueden tener orígenes muy diversos (cf. Gaudium
et spes, 19-21): la rebelión contra el mal en el mundo, la ignorancia o la
indiferencia religiosas, los afanes del mundo y de las riquezas (cf. Mt 13, 22),
el mal ejemplo de los creyentes, las corrientes del pensamiento hostiles a la
religión, y finalmente esa actitud del hombre pecador que, por miedo, se oculta
de Dios (cf. Gn 3, 8-10) y huye ante su llamada (cf. Jn 1, 3).
sábado, 14 de abril de 2012
Gn 3,6-7 Y él también comió
(Gn 3,6-7) Y él también comió
6 Cuando la mujer vio que el árbol era apetitoso para
comer, agradable a la vista y deseable para adquirir discernimiento, tomó de su
fruto y comió; luego se lo dio a su marido, que estaba con ella, y él también
comió. 7 Entonces se abrieron los ojos de los dos y descubrieron que estaban
desnudos. Por eso se hicieron unos taparrabos, entretejiendo hojas de higuera.
(C.I.C 399) La Escritura muestra las consecuencias
dramáticas de esta primera desobediencia. Adán y Eva pierden inmediatamente la
gracia de la santidad original (cf. Rm 3,23). Tienen miedo del Dios (cf. Gn
3,9-10) de quien han concebido una falsa imagen, la de un Dios celoso de sus
prerrogativas (cf. Gn 3,5). (C.I.C 400) La armonía en la que se encontraban,
establecida gracias a la justicia original, queda destruida; el dominio de las
facultades espirituales del alma sobre el cuerpo se quiebra (cf. Gn 3,7); la
unión entre el hombre y la mujer es sometida a tensiones (cf. Gn 3,11-13); sus
relaciones estarán marcadas por el deseo y el dominio (cf. Gn 3,16). La armonía
con la creación se rompe; la creación visible se hace para el hombre extraña y
hostil (cf. Gn 3,17.19). A causa del hombre, la creación es sometida "a la
servidumbre de la corrupción" (Rm 8,21). Por fin, la consecuencia explícitamente
anunciada para el caso de desobediencia (cf. Gn 2,17), se realizará: el hombre
"volverá al polvo del que fue formado" (Gn 3,19). La muerte hace su entrada en la historia de
la humanidad (cf. Rm 5,12).
viernes, 13 de abril de 2012
Gn 3,4-5 Serán como dioses
(Gn 3,4-5) Serán como dioses
4 La serpiente dijo a la mujer: «No, no morirán. 5
Dios sabe muy bien que cuando ustedes coman de ese árbol, se les abrirán los
ojos y serán como dioses, conocedores del bien y del mal».
(C.I.C 397) El
hombre, tentado por el diablo, dejó morir en su corazón la confianza hacia su
creador (cf. Gn 3,1-11) y, abusando de su libertad, desobedeció al mandamiento de Dios. En esto consistió el primer
pecado del hombre (cf. Rm 5,19). En adelante, todo pecado será una
desobediencia a Dios y una falta de confianza en su bondad. (C.I.C 398) En este
pecado, el hombre se prefirió a sí mismo en lugar de Dios, y por ello despreció
a Dios: hizo elección de sí mismo contra Dios, contra las exigencias de su
estado de criatura y, por tanto, contra su propio bien. El hombre, constituido
en un estado de santidad, estaba destinado a ser plenamente "divinizado"
por Dios en la gloria. Por la seducción del diablo quiso "ser como
Dios" (cf. Gn 3,5), pero "sin Dios, antes que Dios y no según
Dios" (San Máximo Confesor, Ambiguorum
liber: PG 91, 1156). (C.I.C 392) La Escritura habla de un pecado de estos ángeles (2P 2,4). Esta
"caída" consiste en la elección libre de estos espíritus creados que rechazaron radical e irrevocablemente a
Dios y su Reino. Encontramos un reflejo de esta rebelión en las palabras del
tentador a nuestros primeros padres: "Seréis como dioses" (Gn 3,5).
El diablo es "pecador desde el principio" (1Jn 3,8), "padre de
la mentira" (Jn 8,44). (C.I.C 393) Es el carácter irrevocable de su elección, y no un defecto de la infinita
misericordia divina lo que hace que el pecado de los ángeles no pueda ser
perdonado. "No hay arrepentimiento para ellos después de la caída, como no
hay arrepentimiento para los hombres después de la muerte" (San Juan
Damasceno, Expositio fidei, 18 [De fide orthodoxa 2,4]: PG 94, 877).
jueves, 12 de abril de 2012
Gn 3,1-3 No coman de él ni lo toquen
GÉNESIS 3
(Gn 3,1-3) No coman de él ni lo toquen
1 La serpiente era el más astuto de todos los animales
del campo que el Señor Dios había hecho, y dijo a la mujer: «¿Así que Dios les
ordenó que no comieran de ningún árbol del jardín?». 2 La mujer le respondió:
«Podemos comer los frutos de todos los árboles del jardín. 3 Pero respecto del
árbol que está en medio del jardín, Dios nos ha dicho: «No coman de él ni lo
toquen, porque de lo contrario quedarán sujetos a la muerte».
(C.I.C 390) El relato
de la caída (Gn 3) utiliza un lenguaje hecho de imágenes, pero afirma un
acontecimiento primordial, un hecho que tuvo lugar al comienzo de la historia del hombre (cf. Gaudium et spes, 13). La Revelación nos da la certeza de fe de que
toda la historia humana está marcada por el pecado original libremente cometido
por nuestros primeros padres (cf. Concilio de Trento: DS 1513; Pío XII: DS
3897; Pablo VI, Discurso a los
participantes en el Congreso de teólogos y expertos sobre el pecado original
(11 Julio 1966). (C.I.C 391) Detrás de la elección desobediente de nuestros
primeros padr es se halla una voz seductora, opuesta a Dios (cf. Gn 3,1-5) que,
por envidia, los hace caer en la muerte (cf. Sb 2,24). La Escritura y la
Tradición de la Iglesia ven en este ser un ángel caído, llamado Satán o diablo
(cf. Jn 8,44; Ap 12,9). La Iglesia enseña que primero fue un ángel bueno,
creado por Dios. Diabolus enim et alii
daemones a Deo quidem natura creati sunt boni, sed ipsi per se facti sunt mali
("El diablo y los otros demonios fueron creados por Dios con una
naturaleza buena, pero ellos se hicieron a sí mismos malos") (IV Concilio
de Letrán (año 1215): DS 800).
miércoles, 11 de abril de 2012
Gn 2,25 Estaban desnudos pero no sentían vergüenza
(Gn 2,25) Estaban desnudos pero no sentían vergüenza
25 Los dos, el hombre y la mujer, estaban desnudos, pero
no sentían vergüenza.
(C.I.C 381) El hombre
es predestinado a reproducir la imagen del Hijo de Dios hecho hombre
-"imagen del Dios invisible" (Col 1,15)-, para que Cristo sea el
primogénito de una multitud de hermanos y de hermanas (cf. Ef 1,3-6; Rm 8,29).
(C.I.C 384) La revelación nos da a conocer el estado de santidad y de justicia
originales del hombre y la mujer antes del pecado: de su amistad con Dios nacía
la felicidad de su existencia en el paraíso. (C.I.C 379) Toda esta armonía de
la justicia original, prevista para el hombre por designio de Dios, se perderá
por el pecado de nuestros primeros padres. (C.I.C 2521) La pureza exige el pudor. Este es parte integrante de la
templanza. El pudor preserva la intimidad de la persona. Designa el rechazo a
mostrar lo que debe permanecer velado. Está ordenado a la castidad, cuya
delicadeza proclama. Ordena las miradas y los gestos en conformidad con la
dignidad de las personas y con la relación que existe entre ellas.
martes, 10 de abril de 2012
Gn 2,24 Y los dos llegan a ser una sola carne
(Gn 2,24) Y los dos llegan a ser una sola carne
24 Por eso el hombre deja a su padre y a su madre y se
une a su mujer, y los dos llegan a ser una sola carne.
(C.I.C 1644) El amor de los esposos exige, por su misma
naturaleza, la unidad y la indisolubilidad de la comunidad de personas que
abarca la vida entera de los esposos: "De manera que ya no son dos sino
una sola carne" (Mt 19,6; cf. Gn 2,24). "Están llamados a crecer
continuamente en su comunión a través de la fidelidad cotidiana a la promesa
matrimonial de la recíproca donación total" (Familiaris Consortio, 19). Esta comunión humana es confirmada,
purificada y perfeccionada por la comunión en Jesucristo dada mediante el
sacramento del Matrimonio. Se profundiza por la vida de la fe común y por la
Eucaristía recibida en común. (C.I.C 2334) ‘Creando al hombre «varón y mujer»,
Dios da la dignidad personal de igual modo al hombre y a la mujer’ (Familiaris Consortio, 22; Gaudium et Spes, 49). ‘El hombre es una
persona, y esto se aplica en la misma medida al hombre y a la mujer, porque los
dos fueron creados a imagen y semejanza de un Dios personal’ (Mulieris Dignitatem, 6). (C.I.C 2335)
Cada uno de los dos sexos es, con una dignidad igual, aunque de manera
distinta, imagen del poder y de la ternura de Dios. La unión del hombre y de la mujer en el matrimonio es una manera de
imitar en la carne la generosidad y la fecundidad del Creador: ‘El hombre deja
a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne’ (Gn 2,
24). De esta unión proceden todas las generaciones humanas (cf. Gn 4,
1-2.25-26; 5, 1).
sábado, 7 de abril de 2012
Gn 2,21-23 Se llamará Mujer
(Gn 2,21-23) Se llamará Mujer
21 Entonces el Señor Dios hizo caer sobre el hombre un
profundo sueño, y cuando este se durmió, tomó una de sus costillas y cerró con
carne el lugar vacío. 22 Luego, con la costilla que había sacado del hombre, el
Señor Dios formó una mujer y se la presentó al hombre. 23 El hombre exclamó:
«¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Se llamará Mujer,
porque ha sido sacada del hombre».
(C.I.C 372) El hombre
y la mujer están hechos "el uno para el otro": no que Dios los haya
hecho "a medias" e "incompletos"; los ha creado para una
comunión de personas, en la que cada uno puede ser "ayuda" para el
otro porque son a la vez iguales en cuanto personas ("hueso de mis
huesos...") y complementarios en cuanto masculino y femenino. En el
matrimonio, Dios los une de manera que, formando "una sola carne" (Gn
2,24), puedan transmitir la vida humana: "Sed fecundos y multiplicaos y
llenad la tierra" (Gn 1,28). Al trasmitir a sus descendientes la vida
humana, el hombre y la mujer, como esposos y padres, cooperan de una manera
única en la obra del Creador (cf. Gaudium
et spes, 50). (C.I.C 373) En el plan de Dios, el hombre y la mujer están
llamados a "someter" la tierra (Gn 1,28) como
"administradores" de Dios. Esta soberanía no debe ser un dominio
arbitrario y destructor. A imagen del Creador, "que ama todo lo que
existe" (Sb 11,24), el hombre y la mujer son llamados a participar en la providencia
divina respecto a las otras cosas creadas. De ahí su responsabilidad frente al
mundo que Dios les ha confiado.
viernes, 6 de abril de 2012
Gn 2,19-20 Puso un nombre a todos los animales
(Gn 2,19-20) Puso un nombre a todos los animales
19 Entonces el Señor Dios modeló con arcilla del suelo a
todos los animales de campo y a todos los pájaros del cielo, y los presentó al
hombre para ver qué nombre les pondría. Porque cada ser viviente debía tener el
nombre que le pusiera el hombre. 20 El hombre puso un nombre a todos los
animales domésticos, a todas las aves del cielo y a todos los animales del
campo; pero entre ellos no encontró la ayuda adecuada.
(C.I.C 2416) Los animales son criaturas de Dios, que los
rodea de su solicitud providencial (cf. Mt 6, 16). Por su simple existencia, lo
bendicen y le dan gloria (cf. Dn 3, 79-81). También los hombres les deben
aprecio. Recuérdese con qué delicadeza trataban a los animales san Francisco de
Asís o san Felipe Neri. (C.I.C 2417) Dios confió los animales a la
administración del que fue creado por él a su imagen (cf. Gn 2, 19-20; 9, 1-4).
Por tanto, es legítimo servirse de los animales para el alimento y la
confección de vestidos. Se los puede domesticar para que ayuden al hombre en
sus trabajos y en sus ocios. Los experimentos médicos y científicos en
animales, si se mantienen dentro de límites razonables, son prácticas
moralmente aceptables, pues contribuyen a cuidar o salvar vidas humanas. (C.I.C
2418) Es contrario a la dignidad humana hacer sufrir inútilmente a los animales
y sacrificar sin necesidad sus vidas. Es también indigno invertir en ellos
sumas que deberían remediar más bien la miseria de los hombres. Se puede amar a
los animales; pero no se puede desviar hacia ellos el afecto debido únicamente
a los seres humanos.
jueves, 5 de abril de 2012
Gn 2,18 No conviene que el hombre esté solo
(Gn 2,18) No conviene que el hombre esté solo
18 Después dijo el Señor Dios: «No conviene que el hombre
esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada».
(C.I.C 371) Creados a
la vez, el hombre y la mujer son queridos por Dios el uno para el otro. La
Palabra de Dios nos lo hace entender mediante diversos acentos del texto
sagrado. "No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda
adecuada" (Gn 2,18). Ninguno de los animales es "ayuda adecuada"
para el hombre (Gn 2,19-20). La mujer, que Dios "forma" de la
costilla del hombre y presenta a éste, despierta en él un grito de admiración,
una exclamación de amor y de comunión: "Esta vez sí que es hueso de mis
huesos y carne de mi carne" (Gn 2,23). El hombre descubre en la mujer como
un otro "yo", de la misma humanidad. (C.I.C 1605) La Sagrada
escritura afirma que el hombre y la mujer fueron creados el uno para el otro:
"No es bueno que el hombre esté solo" (Gn 2,18). La mujer,
"carne de su carne" (Gn 2,23), su igual, la criatura más semejante al
hombre mismo, le es dada por Dios como una "auxilio" (Gn 2,18),
representando así a Dios que es nuestro "auxilio" (cf. Sal 121,2).
"Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se
hacen una sola carne" (cf. Gn 2,24). Que esto significa una unión
indefectible de sus dos vidas, el Señor mismo lo muestra recordando cuál fue
"en el principio", el plan del Creador (Mt 19,4): "De manera que
ya no son dos sino una sola carne" (Mt 19,6).
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