jueves, 22 de febrero de 2018
Comentario CIC al YouCat Pregunta n. 269.
(Respuesta
YouCat) La Iglesia tiene un gran respeto ante la capacidad que tiene una
persona para mantener una promesa y para comprometerse en fidelidad para toda
la vida. Ella le toma la palabra. Cualquier matrimonio puede correr peligro a
causa de alguna crisis. El diálogo, la oración (en común), a veces también la
ayuda especializada, pueden ayudar a salir de la crisis. Y en especial, el
recuerdo de que en todo matrimonio sacramental hay un tercero en la unión,
Cristo, puede encender de nuevo la esperanza. Pero a quien su matrimonio se ha
vuelto insoportable, o a quien está expuesto a violencia psíquica o física, le
está permitido separarse. Esto se denomina una «separación de mesa y cama», que
debe ser comunicada a la Iglesia. Aunque en estos casos se ha roto la convivencia,
el matrimonio sigue siendo válido.
Reflecciones y puntos a profundizar (Comentario CIC) (C.I.C 1629) Por
esta razón (o por otras razones que hacen nulo e inválido el matrimonio) (cf.
CIC cánones 1083-1108), la Iglesia, tras examinar la situación por el tribunal
eclesiástico competente, puede declarar "la nulidad del matrimonio",
es decir, que el matrimonio no ha existido. En este caso, los contrayentes
quedan libres para casarse, aunque deben cumplir las obligaciones naturales
nacidas de una unión precedente (cf. CIC canon 1071, § 1, 3).
Para meditar
(Comentario YouCat) Ciertamente
también hay casos en los que la crisis de un matrimonio se debe atribuir en
último término a que uno de los cónyuges o ambos no eran capaces de contraer matrimonio
en el momento del enlace o no aportaban una voluntad plena de contraerlo.
Entonces el matrimonio es inválido en el sentido jurídico. En estos casos se
puede instruir un proceso de nulidad ante los tribunales eclesiásticos.
(Comentario CIC) (C.I.C 1649) Existen,
sin embargo, situaciones en que la convivencia matrimonial se hace
prácticamente imposible por razones muy diversas. En tales casos, la Iglesia
admite la separación física de los
esposos y el fin de la cohabitación. Los esposos no cesan de ser marido y mujer
delante de Dios; ni son libres para contraer una nueva unión. En esta situación
difícil, la mejor solución sería, si es posible, la reconciliación. La
comunidad cristiana está llamada a ayudar a estas personas a vivir cristianamente
su situación en la fidelidad al vínculo de su matrimonio que permanece
indisoluble (Cf. Familiaris consortio,
84; CIC, cánones 1151-1155).
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