lunes, 12 de febrero de 2018
Comentario CIC al YouCat Pregunta n. 264.
(Respuesta
YouCat – repeticion) Lo que amenaza realmente al matrimonio es el pecado; lo
que lo renueva es el perdón; lo que lo fortalece es la oración y la confianza
en la presencia de Dios.
Reflecciones y puntos a profundizar (Comentario CIC) (C.I.C 1606) Todo hombre, tanto en su entorno
como en su propio corazón, vive la experiencia del mal. Esta experiencia se
hace sentir también en las relaciones entre el hombre y la mujer. En todo
tiempo, la unión del hombre y la mujer vive amenazada por la discordia, el
espíritu de dominio, la infidelidad, los celos y conflictos que pueden conducir
hasta el odio y la ruptura. Este desorden puede manifestarse de manera más o
menos aguda, y puede ser más o menos superado, según las culturas, las épocas,
los individuos, pero siempre aparece como algo de carácter universal. (C.I.C
1607) Según la fe, este desorden que constatamos
dolorosamente, no se origina en la
naturaleza del hombre y de la mujer, ni en la naturaleza de sus relaciones,
sino en el pecado. El primer pecado,
ruptura con Dios, tiene como consecuencia primera la ruptura de la comunión
original entre el hombre y la mujer. Sus relaciones quedan distorsionadas por
agravios recíprocos (cf. Gn 3,12); su atractivo mutuo, don propio del creador
(cf. Gn 2,22), se cambia en relaciones de dominio y de concupiscencia (cf. Gn
3,16); la hermosa vocación del hombre y de la mujer de ser fecundos, de
multiplicarse y someter la tierra (cf. Gn 1,28) queda sometida a los dolores
del parto y los esfuerzos de ganar el pan (cf. Gn 3,16-19).
Para meditar
(Comentario YouCat) El
conflicto entre hombres y mujeres, que precisamente en los matrimonios llega en
ocasiones al odio recíproco, no es una señal de la incompatibilidad de los
sexos; tampoco hay una disposición genética a la infidelidad o una limitación
psíquica especial ante compromisos para toda la vida. Ciertamente muchos
matrimonios están en peligro por la falta de una cultura del diálogo o la falta
de respeto. A ello se añaden problemas económicos y sociales. El papel decisivo
lo tiene la realidad del pecado: celos, despotismo, riñas, concupiscencia,
infidelidad y otras fuerzas destructoras. Por ello el perdón y la
reconciliación forman parte esencial de todo matrimonio, también a través de la
confesión.
(Comentario CIC) (C.I.C 1608) Sin
embargo, el orden de la Creación subsiste aunque gravemente perturbado. Para
sanar las heridas del pecado, el hombre y la mujer necesitan la ayuda de la
gracia que Dios, en su misericordia infinita, jamás les ha negado (cf. Gn
3,21). Sin esta ayuda, el hombre y la mujer no pueden llegar a realizar la
unión de sus vidas en orden a la cual Dios los creó "al comienzo".
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