domingo, 22 de mayo de 2016
Comentario CIC al YouCat Pregunta n. 39. Parte V.
(Respuesta YouCat – repeticion) Jesús de
Nazaret es el Hijo, la segunda persona divina, a quien aludimos cuando rezamos:
«En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28,19).
Reflecciones y puntos a
profundizar (Comentario
CIC) (C.I.C 258) Toda la economía divina es la obra
común de las tres Personas divinas. Porque la Trinidad, del mismo modo que
tiene una sola y misma naturaleza, así también tiene una sola y misma operación
(cf. II Concilio de Constantinopla (año 553): DS 421). "El Padre, el Hijo
y el Espíritu Santo no son tres principios de las criaturas, sino un solo
principio" (Concilio de Florencia, (año 1442): DS 1331). Sin embargo, cada
persona divina realiza la obra común según su propiedad personal. Así la
Iglesia confiesa, siguiendo al Nuevo Testamento (cf. 1Co 8, 6): "Uno es
Dios […] y Padre de quien proceden todas las cosas, Uno el Señor Jesucristo por
el cual son todas las cosas, y Uno el Espíritu Santo en quien son todas las
cosas (II Concilio de Constantinopla (año 553): DS 421). Son, sobre todo, las
misiones divinas de la Encarnación del Hijo y del don del Espíritu Santo las
que manifiestan las propiedades de las personas divinas.
Para meditar
(Comentario YouCat) 0 bien
Jesús era un impostor aL hacerse señor del Sábado y dejar que se dirigieran a
él con eL título de «Señor», o era realmente Dios. Llegó a provocar escándalo
al perdonar los pecados. Esto, a los ojos de sus contemporáneos, era un crimen
digno de muerte. Mediante los signos y los milagros, pero especialmente a
través de la Resurrección, los discípulos se dieron cuenta de quién era Jesús y
lo adoraron como el Señor. Ésta es la fe de la Iglesia.
(Comentario CIC) (C.I.C 450) Desde el comienzo de la
historia cristiana, la afirmación del señorío de Jesús sobre el mundo y sobre
la historia (cf. Ap 11, 15) significa también reconocer que el hombre no debe
someter su libertad personal, de modo absoluto, a ningún poder terrenal sino
sólo a Dios Padre y al Señor Jesucristo: César no es el "Señor" (cf.
Mc 12, 17; Hch 5, 29). "La Iglesia cree que la clave, el centro y el fin
de toda historia humana se encuentra en su Señor y Maestro" (Gaudium et
spes, 10; cf. 45). (C.I.C 451) La oración cristiana está marcada por el
título "Señor", ya sea en la invitación a la oración "el Señor
esté con vosotros", o en su conclusión "por Jesucristo nuestro
Señor" o incluso en la exclamación llena de confianza y de esperanza: Maran
atha ("¡el Señor viene!") o Marana tha ("¡Ven,
Señor!") (1Co 16, 22): "¡Amén! ¡ven, Señor Jesús!" (Ap 22, 20).
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