miércoles, 27 de agosto de 2014
248. ¿Qué criterio asegura la unidad dentro de la multiformidad?
(Compendio 248) El criterio para asegurar la unidad en la
multiformidad es la fidelidad a la Tradición Apostólica, es decir, la comunión
en la fe y en los sacramentos recibidos de los Apóstoles, significada y
garantizada por la sucesión apostólica. La Iglesia es católica: puede, por
tanto, integrar en su unidad todas las riquezas verdaderas de las distintas
culturas.
Resumen
(C.I.C 1209) El criterio que
asegura la unidad en la pluriformidad de las tradiciones litúrgicas es la
fidelidad a la Tradición apostólica, es decir: la comunión en la fe y los
sacramentos recibidos de los Apóstoles, comunión que está significada y
garantizada por la sucesión apostólica.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 1200) Desde la primera
comunidad de Jerusalén hasta la Parusía, las Iglesias de Dios, fieles a la fe
apostólica, celebran en todo lugar el mismo Misterio pascual. El Misterio
celebrado en la liturgia es uno, pero las formas de su celebración son
diversas. (C.I.C 1203) Las tradiciones
litúrgicas, o ritos, actualmente en uso en la Iglesia son el rito latino
(principalmente el rito romano, pero también los ritos de algunas iglesias
locales como el rito ambrosiano, el rito hispánico-visigótico o los de diversas
órdenes religiosas) y los ritos bizantino, alejandrino o copto, siriaco,
armenio, maronita y caldeo. "El sacrosanto Concilio, fiel a la Tradición, […]
declara que la santa Madre Iglesia concede igual derecho y honor a todos los
ritos legítimamente reconocidos y quiere que en el futuro se conserven y
fomenten por todos los medios" (Sacrosanctum
Concilium, 4).
Para la reflexión
(C.I.C 1204) Por tanto, la
celebración de la liturgia debe corresponder al genio y a la cultura de los
diferentes pueblos (cf. Sacrosanctum
Concilium, 37-40). Para que el Misterio de Cristo sea "dado a conocer
a todos los gentiles para obediencia de la fe" (Rm 16,26), debe ser
anunciado, celebrado y vivido en todas las culturas, de modo que estas no son
abolidas sino rescatadas y realizadas por él (Catechesi tradendae, 53). La multitud de los hijos de Dios,
mediante su cultura humana propia, asumida y transfigurada por Cristo, tiene
acceso al Padre, para glorificarlo en un solo Espíritu.
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