sábado, 14 de septiembre de 2013
Os 6, 4-6 Conocimiento de Dios más que holocaustos
4 ¿Qué haré
contigo, Efraím? ¿Qué haré contigo, Judá? Porque el amor de ustedes es como
nube matinal, como el rocío de pronto se disipa. 5 Por eso los hice pedazos por
medio de los profetas, los hice morir con las palabras de mi boca, y mi juicio
surgirá como la luz. 6 Porque yo quiero amor y no sacrificios, conocimiento de
Dios más que holocaustos.
(C.I.C 2100) El sacrificio exterior, para ser auténtico,
debe ser expresión del sacrificio espiritual. ‘Mi sacrificio es un espíritu
contrito...’ (Sal 51, 19). Los profetas de la Antigua Alianza denunciaron con
frecuencia los sacrificios hechos sin participación interior (Cf. Am 5, 21-25)
o sin relación con el amor al prójimo (Cf. Is 1, 10-20). Jesús recuerda las
palabras del profeta Oseas: ‘Misericordia quiero, que no sacrificio’ (Mt 9, 13;
12, 7; cf. Os 6, 6). El único sacrificio perfecto es el que ofreció Cristo en la
cruz en ofrenda total al amor del Padre y por nuestra salvación (Cf. Hb 9,
13-14). Uniéndonos a su sacrificio, podemos hacer de nuestra vida un sacrificio
para Dios.
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