viernes, 6 de septiembre de 2013
Dn 7, 13-14 Y le fue dado el dominio, la gloria y el reino
13 Yo estaba mirando,
en las visiones nocturnas, y vi que venía sobre las nubes del cielo como un
Hijo de hombre;él avanzó hacia el Anciano y lo hicieron acercar hasta él. 14 Y
le fue dado el dominio, la gloria y el reino, y lo sirvieron todos los pueblos,
naciones y lenguas. Su dominio es un dominio eterno que no pasará, y su reino
no será destruido.
(C.I.C 440) Jesús acogió la confesión de fe de Pedro que le
reconocía como el Mesías anunciándole la próxima pasión del Hijo del Hombre
(cf. Mt 16, 23). Reveló el auténtico contenido de su realeza mesiánica en la
identidad transcendente del Hijo del Hombre "que ha bajado del cielo"
(Jn 3, 13; cf. Jn 6, 62; Dn 7, 13) a la vez que en su misión redentora como
Siervo sufriente: "el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a
servir y a dar su vida como rescate por muchos" (Mt 20, 28; cf. Is 53,
10-12). Por esta razón el verdadero sentido de su realeza no se ha manifestado
más que desde lo alto de la Cruz (cf. Jn 19, 19-22; Lc 23, 39-43). Solamente
después de su resurrección su realeza mesiánica podrá ser proclamada por Pedro
ante el pueblo de Dios: "Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel
que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis
crucificado" (Hch 2, 36). (C.I.C 664) Sentarse a la derecha del Padre
significa la inauguración del reino del Mesías, cumpliéndose la visión del
profeta Daniel respecto del Hijo del hombre: "A él se le dio imperio,
honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio
es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido
jamás" (Dn 7, 14). A partir de este momento, los apóstoles se convirtieron
en los testigos del "Reino que no tendrá fin" (Símbolo Niceno-Constantinopolitano: DS 150).
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