sábado, 28 de septiembre de 2013
Mi 2, 1-2 Ay de los que proyectan iniquidades y traman el mal
¡Ay de los que
proyectan iniquidades y traman el mal durante la noche! Al despuntar el día, lo
realizan, porque tienen el poder en su mano. 2 Codician campos y los arrebatan,
casas, y se apoderan de ellas; oprimen al dueño y a su casa, al propietario y a
su herencia.
(C.I.C 2534) El décimo mandamiento desdobla y completa
el noveno, que versa sobre la concupiscencia de la carne. Prohíbe la codicia
del bien ajeno, raíz del robo, de la rapiña y del fraude, prohibidos por el
séptimo mandamiento. La ‘concupiscencia de los ojos’ (cf. 1Jn 2, 16) lleva a la
violencia y la injusticia prohibidas por el quinto precepto (cf. Mi 2, 2). La
codicia tiene su origen, como la fornicación, en la idolatría condenada en las
tres primeras prescripciones de la ley (cf. Sb 14, 12). El décimo mandamiento
se refiere a la intención del corazón; resume, con el noveno, todos los
preceptos de la Ley.
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