miércoles, 4 de septiembre de 2013
Ez 37, 10-14 Yo pondré mi espíritu en ustedes y vivirán
10 Yo profeticé
como él me lo había ordenado, y el espíritu penetró en ellos. Así revivieron y
se incorporaron sobre sus pies. Era un ejército inmenso. 11 Luego el Señor me
dijo: Hijo de hombre, estos huesos son toda la casa de Israel. Ellos dicen: «Se
han secado nuestros huesos y se ha desvanecido nuestro esperanza. ¡Estamos
perdidos!». 12 Por eso, profetiza diciéndoles: Así habla el Señor: Yo voy a
abrir las tumbas de ustedes, los haré salir de ellas, y los haré volver, pueblo
mío, a la tierra de Israel. 13 Y cuando abra sus tumbas y los haga salir de
ellas, ustedes, mi pueblo, sabrán que yo soy el Señor. 14 Yo pondré mi espíritu
en ustedes, y vivirán; los estableceré de nuevo en su propio suelo, y así
sabrán que yo, el Señor, lo he dicho y lo haré –oráculo del Señor–.
(C.I.C 703) La Palabra de Dios y su Soplo están en el origen
del ser y de la vida de toda creatura (cf. Sal 33, 6; 104, 30; Gn 1, 2; 2, 7;
Qo 3, 20-21; Ez 37, 10): “Es justo que el Espíritu Santo reine, santifique y
anime la creación porque es Dios consubstancial al Padre y al Hijo [...] A Él se le da el poder sobre la vida, porque siendo
Dios guarda la creación en el Padre por el Hijo” (Oficio Bizantino de la Horas. Maitines del domingos según el modo
segundo, Antifonas 1 y 2 (“Parakletikés”).
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