martes, 24 de septiembre de 2013
Am 8, 11 No hambre de pan, sino de escuchar la palabra del Señor
11 Vendrán días –oráculo del Señor– en que enviaré
hambre sobre el país, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de escuchar la
palabra del Señor.
(C.I.C 2269) El quinto mandamiento prohíbe hacer algo con
intención de provocar indirectamente
la muerte de una persona. La ley moral prohíbe exponer a alguien sin razón
grave a un riesgo mortal, así como negar la asistencia a una persona en
peligro. La aceptación por parte de la sociedad de hambres que provocan muertes
sin esforzarse por remediarlas es una escandalosa injusticia y una falta grave.
Los traficantes cuyas prácticas usurarias y mercantiles provocan el hambre y la
muerte de sus hermanos los hombres, cometen indirectamente un homicidio. Este
les es imputable (Cf. Am 8, 4-10). El homicidio involuntario no es moralmente imputable. Pero no se está libre de
falta grave cuando, sin razones proporcionadas, se ha obrado de manera que se ha seguido la muerte, incluso sin intención de causarla. (C.I.C 2270) La vida humana debe
ser respetada y protegida de manera absoluta desde el momento de la concepción.
Desde el primer momento de su existencia, el ser humano debe ver reconocidos
sus derechos de persona, entre los cuales está el derecho inviolable de todo
ser inocente a la vida (Cf. Donum vitae,
1, 1). “Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que
nacieses te tenía consagrado”. (Jr 1, 5). “Y mis huesos no se te ocultaban,
cuando era yo hecho en lo secreto, tejido en las honduras de la tierra. (Sal
139, 15). (C.I.C 2835) Esta petición y la responsabilidad que implica sirven
además para otra clase de hambre de la que desfallecen los hombres: "No
sólo de pan vive el hombre, sino que el hombre vive de todo lo que sale de la
boca de Dios" (Mt 4, 4; cf. Dt 8, 3), es decir, de su Palabra y de su
Espíritu. Los cristianos deben movilizar todos sus esfuerzos para
"anunciar el Evangelio a los pobres". Hay hambre sobre la tierra,
"mas no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la Palabra de
Dios" (Am 8, 11). Por eso, el sentido específicamente cristiano de esta
cuarta petición se refiere al Pan de Vida: la Palabra de Dios que se tiene que
acoger en la fe, el Cuerpo de Cristo recibido en la Eucaristía (cf. Jn 6,
26-58).
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