domingo, 15 de septiembre de 2013
Os 11, 1-4 Cuanto más los llamaba, más se alejaban de mí
1 Cuando Israel
era niño, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo. 2 Pero cuanto más los
llamaba, más se alejaban de mí; ofrecían sacrificios a los Baales y quemaban
incienso a los ídolos. 3 ¡Y yo había enseñado a caminar a Efraím, lo tomaba por
los brazos! Pero ellos no reconocieron que yo los cuidaba. 4 Yo los atraía con
lazos humanos, con ataduras de amor; era para ellos como los que alzan a una
criatura contra sus mejillas, me inclinaba hacia él y le daba de comer.
(C.I.C 219) El amor de Dios
a Israel es comparado al amor de un padre a su hijo (Os 11,1). Este amor es más
fuerte que el amor de una madre a sus hijos (cf. Is 49,14-15). Dios ama a su
Pueblo más que un esposo a su amada (Is 62,4-5); este amor vencerá incluso las
peores infidelidades (cf. Ez 16; Os 11); llegará hasta el don más precioso:
"Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único" (Jn 3,16).
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