lunes, 16 de septiembre de 2013
Os 11, 9 Yo soy el Santo en medio de ti y no vendré con furor
9 no daré libre curso al ardor de mi ira, no destruiré
otra vez a Efraím. Porque yo soy Dios, no un hombre: soy el Santo en medio de
ti, y no vendré con furor.
(C.I.C 208) Ante la presencia
atrayente y misteriosa de Dios, el hombre descubre su pequeñez. Ante la zarza
ardiente, Moisés se quita las sandalias y se cubre el rostro (cf. Ex 3,5-6)
delante de la santidad divina. Ante la gloria del Dios tres veces santo, Isaías
exclama: "¡Ay de mí, que estoy perdido, pues soy un hombre de labios
impuros!" (Is 6,5). Ante los signos divinos que Jesús realiza, Pedro
exclama: "Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador" (Lc 5,8).
Pero porque Dios es santo, puede perdonar al hombre que se descubre pecador
delante de El: "No ejecutaré el ardor de mi cólera [...] porque soy Dios,
no hombre; en medio de ti yo el Santo" (Os 11,9). El apóstol Juan dirá
igualmente: "Tranquilizaremos nuestra conciencia ante él, en caso de que
nos condene nuestra conciencia, pues Dios es mayor que nuestra conciencia y
conoce todo" (1Jn 3,19-20).
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