martes, 3 de julio de 2012
Ex 3,11-15 «Yo soy el que soy»
11 Pero Moisés dijo a Dios: «¿Quién soy yo para
presentarme ante el Faraón y hacer salir de Egipto a los israelitas?». 12 «Yo
estaré contigo, les dijo a Dios, y esta es la señal de que soy yo el que te
envía: después que hagas salir de Egipto al pueblo, ustedes darán culto a Dios
en esta montaña». La revelación del Nombre divino y la promesa de liberación 13
Moisés dijo a Dios: «Si me presento ante los israelitas y les digo que el Dios
de sus padres me envió a ellos, me preguntarán cual es su nombre. Y entonces,
¿qué les responderé?».14 Dios dijo a Moisés: «Yo soy el que soy». Luego añadió:
«Tú hablarás así a los israelitas: «Yo soy» me envió a ustedes».15 Y continuó
diciendo a Moisés: «Tú hablarás así a los israelitas: El Señor, el Dios de sus
padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, es el que me
envía. Este es mi nombre para siempre y así será invocado en todos los tiempos
futuros.
(C.I.C 206) Al revelar su nombre
misterioso de YHWH, "Yo soy el que es" o "Yo soy el que
soy" o también "Yo soy el que Yo soy", Dios dice quién es y con
qué nombre se le debe llamar. Este Nombre Divino es misterioso como Dios es
Misterio. Es a la vez un Nombre revelado y como el rechazo de un nombre
proprio, y por esto mismo expresa mejor a Dios como lo que Él es, infinitamente
por encima de todo lo que podemos comprender o decir: es el "Dios
escondido" (Is 45,15), su nombre es inefable (cf. Jc 13,18), y es el Dios
que se acerca a los hombres. (C.I.C 446) En la traducción griega de los
libros del Antiguo Testamento, el nombre inefable con el cual Dios se reveló a
Moisés (cf. Ex 3, 14), YHWH, es traducido por Kyrios ["Señor"]. Señor
se convierte desde entonces en el nombre más habitual para designar la
divinidad misma del Dios de Israel. El Nuevo Testamento utiliza en este sentido
fuerte el título "Señor" para el Padre, pero lo emplea también, y
aquí está la novedad, para Jesús reconociéndolo como Dios (cf. 1Co 2,8). (C.I.C
2810) En la promesa hecha a Abraham y en el juramento que la acompaña (cf. Hb
6, 13), Dios se compromete a sí mismo sin revelar su Nombre. Empieza a
revelarlo a Moisés (cf. Ex 3, 14) y lo manifiesta a los ojos de todo el pueblo
salvándolo de los egipcios: "se cubrió de Gloria" (Ex 15, 1). Desde
la Alianza del Sinaí, este pueblo es "suyo" y debe ser una
"nación santa" (cf. Ex 19, 5-6) (o “consagrada”, que es la misma
palabra en hebreo), porque el Nombre de Dios habita en él.
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