domingo, 22 de julio de 2012
Ex 20,8-11 Acuérdate del día sábado para santificarlo
8 Acuérdate del día sábado para santificarlo. 9 Durante
seis días trabajarás y harás todas tus tareas; 10 pero el séptimo es día de
descanso en honor del Señor, tu Dios. En él no harán ningún trabajo, ni tú, ni
tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tus animales, ni el
extranjero que reside en tus ciudades. 11 Porque en seis días el Señor hizo el
cielo, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, pero el séptimo día
descansó. Por eso el Señor bendijo el día sábado y lo declaró santo.
(C.I.C 2168) El tercer mandamiento del Decálogo proclama la
santidad del sábado: ‘El día séptimo será día de descanso completo, consagrado
al Señor’ (Ex 31, 15). (C.I.C 2171) Dios confió a Israel el sábado para que lo
guardara como signo de la alianza
inquebrantable (Cf. Ex 31, 16). El sábado es para el Señor, santamente
reservado a la alabanza de Dios, de su obra de creación y de sus acciones
salvíficas en favor de Israel. (C.I.C 2175) El domingo se distingue
expresamente del sábado, al que sucede cronológicamente cada semana, y cuya
prescripción litúrgica reemplaza para los cristianos. Realiza plenamente, en la
Pascua de Cristo, la verdad espiritual del sábado judío y anuncia el descanso
eterno del hombre en Dios. Porque el culto de la ley preparaba el misterio de
Cristo, y lo que se practicaba en ella prefiguraba algún rasgo relativo a
Cristo (Cf. 1Co 10, 11): “Los que vivían según el orden de cosas antiguo han
pasado a la nueva esperanza, no observando ya el sábado, sino el día del Señor,
en el que nuestra vida es bendecida por Él y
por su muerte”. (San Ignacio de Antioquía, Epistula
ad Magnesios, 9, 1).
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