domingo, 15 de julio de 2012
Ex 17,8-13 Sus brazos se mantuvieron firmes
8 Después vinieron los amalecitas y atacaron a Israel en
Refidim. 9 Moisés dijo a Josué: «Elige a algunos de nuestros hombres y ve
mañana a combatir contra Amalec. Yo estaré de pie sobre la cima del monte,
teniendo en mi mano el bastón de Dios». 10 Josué hizo lo que le había dicho
Moisés, y fue a combatir contra los amalecitas. Entretanto, Moisés, Aarón y Jur
habían subido a la cima del monte. 11 Y mientras Moisés tenía los brazos
levantados, vencía Israel; pero cuando los dejaba caer, prevalecía Amalec. 12
Como Moisés tenía los brazos muy cansados, ellos tomaron una piedra y la
pusieron donde él estaba. Moisés se sentó sobre la piedra, mientras Aarón y Jur
le sostenían los brazos, uno a cada lado. Así sus brazos se mantuvieron firmes
hasta la puesta del sol. 13 De esa manera, Josué derrotó a Amalec y a sus
tropas al fino de la espada.
(C.I.C 2577) De esta intimidad con el Dios fiel, lento a la
ira y rico en amor (cf. Ex 34, 6), Moisés ha sacado la fuerza y la tenacidad de
su intercesión. No pide por él, sino por el pueblo que Dios ha adquirido.
Moisés intercede ya durante el combate con los amalecitas (cf. Ex 17, 8-13) o
para obtener la curación de María (cf. Nm 12, 13-14). Pero es sobre todo
después de la apostasía del pueblo cuando "se mantiene en la brecha"
ante Dios (Sal 106, 23) para salvar al pueblo (cf. Ex 32, 1-34, 9). Los
argumentos de su oración (la intercesión es también un combate misterioso)
inspirarán la audacia de los grandes orantes tanto del pueblo judío como de la
Iglesia. Dios es amor, por tanto es justo y fiel; no puede contradecirse, debe
acordarse de sus acciones maravillosas, su Gloria está en juego, no puede
abandonar al pueblo que lleva su Nombre.
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