viernes, 13 de julio de 2012
Ex 16,19-21 Nadie reserve nada para el día siguiente
19 Además, Moisés les advirtió: «Que nadie reserve nada
para el día siguiente». 20 Algunos no le hicieron caso y reservaron una parte;
pero esta se llenó de gusanos y produjo un olor nauseabundo. Moisés se irritó
contra ellos, 21 y a partir de entonces, lo recogían todas las mañanas, cada
uno de acuerdo con sus necesidades; y cuando el sol empezaba a calentar, se
derretía.
(C.I.C 2837) "De
cada día". La palabra griega, epiousion,
sólo se emplea en el Nuevo Testamento. Tomada en un sentido temporal, es una
repetición pedagógica de "hoy" (cf. Ex 16, 19-21) para confirmarnos
en una confianza "sin reserva". Tomada en un sentido cualitativo,
significa lo necesario a la vida, y más ampliamente cualquier bien suficiente
para la subsistencia (cf. 1Tm 6, 8). Tomada al pie de la letra (epiousion "lo más esencial"),
designa directamente el Pan de Vida, el Cuerpo de Cristo, "remedio de
inmortalidad" (San Ignacio de Antioquía, Epistula ad Ephesios, 20, 2) sin el cual no tenemos la Vida en
nosotros (cf. Jn 6, 53-56) Finalmente, ligado a lo que precede, el sentido
celestial es claro: este "día" es el del Señor, el del Festín del
Reino, anticipado en la Eucaristía, en que pregustamos el Reino venidero. Por
eso conviene que la liturgia eucarística se celebre "cada día". “La
Eucaristía es nuestro pan cotidiano [...] La virtud propia de este divino
alimento es una fuerza de unión: nos une al Cuerpo del Salvador y hace de
nosotros sus miembros para que vengamos a ser lo que recibimos [...] Este pan
cotidiano se encuentra, además, en las lecturas que oís cada día en la Iglesia,
en los himnos que se cantan y que vosotros cantáis. Todo eso es necesario en
nuestra peregrinación” (San Agustín, Sermo
57, 7, 7: PL 38, 389-390). “El Padre del cielo nos exhorta a pedir como hijos
del cielo el Pan del cielo (cf. Jn 6, 51). Cristo mismo es el pan que, sembrado
en la Virgen, florecido en la Carne, amasado en la Pasión, cocido en el Horno
del sepulcro, reservado en la Iglesia, llevado a los altares, suministra cada
día a los fieles un alimento celestial” (San Pedro Crisólogo, Sermo 67, 7: PL 52, 402).
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario