sábado, 28 de julio de 2012
(Ex 20,17) No codiciarás la mujer de tu prójimo
(Ex 20,17) No codiciarás la mujer de
tu prójimo
17 No codiciarás
la casa de tu prójimo; no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni
su esclava, ni su buey, ni su asno, ni ninguna otra cosa que le
pertenezca.
(C.I.C
2514) San Juan distingue tres especies de codicia o concupiscencia: la
concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la
vida (cf. 1Jn 2, 16, Vulgata). Siguiendo la tradición catequética católica, el
noveno mandamiento prohíbe la concupiscencia de la carne; el décimo prohíbe la
codicia del bien ajeno. (C.I.C 2515) En sentido etimológico, la
‘concupiscencia’ puede designar toda forma vehemente de deseo humano. La
teología cristiana le ha dado el sentido particular de un movimiento del
apetito sensible que contraría la obra de la razón humana. El apóstol san Pablo
la identifica con la lucha que la ‘carne’ sostiene contra el ‘espíritu’ (cf.
Gal 5, 16.17.24; Ef 2, 3). Procede de la desobediencia del primer pecado (Gn 3,
11). Desordena las facultades morales del hombre y, sin ser una falta en sí
misma, le inclina a cometer pecados (cf. Concilio de Trento: DS 1515). (C.I.C
2528) ‘Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella
en su corazón’ (Mt 5, 28). (C.I.C 2529) El noveno mandamiento pone en guardia
contra el desorden o concupiscencia de la carne. (C.I.C 2530) La lucha contra
la concupiscencia de la carne pasa por la purificación del corazón y por la
práctica de la templanza.
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