jueves, 5 de julio de 2012
Ex 12,3-7 Elijan un animal sin ningún defecto
3 Digan a toda la comunidad de Israel: El diez de este
mes, consíganse cada uno un animal del ganado menor, uno para cada familia. 4
Si la familia es demasiado reducida para consumir un animal entero, se unirá
con la del vecino que viva más cerca de su casa. En la elección del animal
tengan en cuenta, además del número de comensales, lo que cada uno come
habitualmente. 5 Elijan un animal sin ningún defecto, macho y de un año; podrá
ser cordero o cabrito. 6 Deberán guardarlo hasta el catorce de este mes, y a la
hora del crepúsculo, lo inmolará toda la asamblea de la munidad de Israel. 7
Después tomarán un poco de su sangre, y marcarán con ella los dos postes y el
dintel de la puerta de las casas donde lo coman.
(C.I.C 1334) En la Antigua
Alianza, el pan y el vino eran ofrecidos como sacrificio entre las primicias de
la tierra en señal de reconocimiento al Creador. Pero reciben también una nueva
significación en el contexto del Exodo: los panes ácimos que Israel come cada año
en la Pascua conmemoran la salida apresurada y liberadora de Egipto. El
recuerdo del maná del desierto sugerirá siempre a Israel que vive del pan de la
Palabra de Dios (Dt 8,3). Finalmente, el pan de cada día es el fruto de la
Tierra prometida, prenda de la fidelidad de Dios a sus promesas. El "cáliz
de bendición" (1Co 10,16), al final del banquete pascual de los judíos,
añade a la alegría festiva del vino una dimensión escatológica, la de la espera
mesiánica del restablecimiento de Jerusalén. Jesús instituyó su Eucaristía
dando un sentido nuevo y definitivo a la bendición del pan y del cáliz.
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