jueves, 18 de junio de 2009

Rm 8, 14-17 El espíritu de hijos adoptivos

(Rm 8, 14-17) El espíritu de hijos adoptivos
[14] Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. [15] Y ustedes no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios ¡Abba!, es decir, ¡Padre! [16] El mismo Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. [17] Y si somos hijos, también somos herederos, herederos de Dios y coherederos de Cristo, porque sufrimos con él para ser glorificados con él.
(C.I.C 1996) Nuestra justificación es obra de la gracia de Dios. La gracia es el favor, el auxilio gratuito que Dios nos da para responder a su llamada: llegar a ser hijos de Dios (Cf. Jn 1, 12-18), hijos adoptivos (Cf. Rm 8, 14-17), partícipes de la naturaleza divina (Cf. 2P 1, 3-4), de la vida eterna (Cf. Jn 17, 3). (C.I.C 1997) La gracia es una participación en la vida de Dios. Nos introduce en la intimidad de la vida trinitaria: por el Bautismo el cristiano participa de la gracia de Cristo, Cabeza de su Cuerpo. Como ‘hijo adoptivo’ puede ahora llamar ‘Padre’ a Dios, en unión con el Hijo único. Recibe la vida del Espíritu que le infunde la caridad y que forma la Iglesia. (C.I.C 1265) El Bautismo no solamente purifica de todos los pecados, hace también del neófito "una nueva creatura" (2Co 5,17), un hijo adoptivo de Dios (cf. Ga 4,5-7) que ha sido hecho "partícipe de la naturaleza divina" ( 2P 1,4), miembro de Cristo (cf. 1Co 6,15; 12,27), coheredero con Él (Rm 8,17) y templo del Espíritu Santo (cf. 1Co 6,19).

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