sábado, 27 de junio de 2009

Rm 11, 16-24 Tú, en cambio, estás firme gracias a la fe

(Rm 11, 16-24) Tú, en cambio, estás firme gracias a la fe
[16] Si las primicias son santas, también lo es toda la masa; si la raíz es santa, también lo son las ramas. [17] Si algunas de las ramas fueron cortadas, y tú, que eres un olivo silvestre, fuiste injertado en lugar de ellas, haciéndote partícipe de la raíz y de la savia del olivo, [18] no te enorgullezcas frente a las ramas. Y si lo haces, recuerda que no eres tú quien mantiene a la raíz, sino la raíz a ti. [19] Me dirás: Estas ramas han sido cortadas para que yo fuera injertado. [20] De acuerdo, pero ellas fueron cortadas por su falta de fe; tú, en cambio, estás firme gracias a la fe. No te enorgullezcas por eso; más bien, teme. [21] Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, tampoco te perdonará a ti. [22] Considera tanto la bondad cuanto la severidad de Dios: él es severo para con los que cayeron y es bueno contigo, siempre y cuando seas fiel a su bondad; de lo contrario, también tú serás arrancado. [23] Y si ellos no persisten en su incredulidad, también serán injertados, porque Dios es suficientemente poderoso para injertarlos de nuevo. [24] En efecto, si tú fuiste cortado de un olivo silvestre, al que pertenecías naturalmente, y fuiste injertado contra tu condición natural en el olivo bueno, ¡cuánto más ellos podrán ser injertados en su propio olivo, al que pertenecen por naturaleza!
(C.I.C 755) "La Iglesia es labranza o campo de Dios (1Co 3, 9). En este campo crece el antiguo olivo cuya raíz santa fueron los patriarcas y en el que tuvo y tendrá lugar la reconciliación de los judíos y de los gentiles (Rm 11, 13-26). El labrador del cielo la plantó como viña selecta (Mt 21, 33-43 y paralelos; cf. Is 5, 1-7). La verdadera vid es Cristo, que da vida y fecundidad a a los sarmientos, es decir, a nosotros, que permanecemos en él por medio de la Iglesia y que sin él no podemos hacer nada” (Jn 15, 1-5; Lumen gentium, 6). (C.I.C 60) El pueblo nacido de Abraham será el depositario de la promesa hecha a los patriarcas, el pueblo de la elección (cf. Rom 11,28), llamado a preparar la reunión un día de todos los hijos de Dios en la unidad de la Iglesia (cf. Jn 11,52; 10, 16); ese pueblo será la raíz en la que serán injertados los paganos hechos creyentes (cf. Rom 11,17-18. 24).

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