sábado, 6 de junio de 2009
Rm 4, 1-9 Abraham creyó en Dios
Romanos 4
(Rm 4, 1-9) Abraham creyó en Dios[1] ¿Y qué diremos de Abraham, nuestro padre según la carne? [2] Si él hubiera sido justificado por las obras tendría de qué gloriarse, pero no delante de Dios. [3] Porque, ¿qué dice la Escritura?: Abraham creyó en Dios y esto le fue tenido en cuenta para su justificación. [4] Ahora bien, al que trabaja no se le da el salario como un regalo, sino como algo que se le debe. [5] Pero al que no hace nada, sino que cree en aquel que justifica al impío, se le tiene en cuenta la fe para su justificación. [6] Por eso David proclama la felicidad de aquel a quien Dios confiere la justicia sin las obras, diciendo: [7] Felices aquellos a quienes fueron perdonadas sus faltas y cuyos pecados han sido cubiertos. [8] Feliz el hombre a quien Dios no le tiene en cuenta su pecado. [9] Pero esta felicidad, ¿es únicamente para los que han sido circuncidados, o también para los que no lo han sido? Consideremos lo que ya dijimos: A Abraham le fue tenida en cuenta la fe para su justificación.
(C.I.C 144) Obedecer (ob-audire) en la fe, es someterse libremente a la palabra escuchada, porque su verdad está garantizada por Dios, la Verdad misma. De esta obediencia, Abraham es el modelo que nos propone la sagrada Escritura. La Virgen María es la realización más perfecta de la misma. (C.I.C 145) La carta a los Hebreos, en el gran elogio de la fe de los antepasados insiste particularmente en la fe de Abraham: "Por la fe, Abraham obedeció y salió para el lugar que había de recibir en herencia, y salió sin saber a dónde iba" (Hb 11,8; cf. Gn 12,1-4). Por la fe, vivió como extranjero y peregrino en la Tierra prometida (cf. Gn 23,4). Por la fe, a Sara se otorgó el concebir al hijo de la promesa. Por la fe, finalmente, Abraham ofreció a su hijo único en sacrificio (cf. Hb 11,17).
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