miércoles, 29 de abril de 2015
430. ¿Por qué el Magisterio de la Iglesia interviene en el campo moral? (Segunda parte - continuación)
(Compendio 430 - repetición) El
Magisterio de la Iglesia interviene en el campo moral, porque es su misión
predicar la fe que hay que creer y practicar en la vida cotidiana. Esta
competencia se extiende también a los preceptos específicos de la ley natural,
porque su observancia es necesaria para la salvación.
Resumen
(C.I.C 2050) El Romano Pontífice y los obispos, como
maestros auténticos, predican al pueblo de Dios la fe que debe ser creída y
aplicada a las costumbres. A ellos corresponde también pronunciarse sobre las
cuestiones morales que atañen a la ley natural y a la razón.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 2035) El grado supremo de la participación en la
autoridad de Cristo está asegurado por el carisma de la infalibilidad. Esta “se extiende a todo el depósito de la
revelación divina” (Lumen gentium,
25); se extiende también a todos los elementos de doctrina, comprendida la
moral, sin los cuales las verdades salvíficas de la fe no pueden ser
salvaguardadas, expuestas u observadas (Cf. Mysterium
ecclesiae, 3). (C.I.C 2036) La autoridad del Magisterio se extiende también
a los preceptos específicos de la ley
natural, porque su observancia, exigida por el Creador, es necesaria para
la salvación. Recordando las prescripciones de la ley natural, el Magisterio de
la Iglesia ejerce una parte esencial de su función profética de anunciar a los
hombres lo que son en verdad y de recordarles lo que deben ser ante Dios (Cf. Dignitatis
humanae, 14).
Para la reflexión
(C.I.C 2037) La ley de Dios, confiada a la Iglesia, es
enseñada a los fieles como camino de vida y de verdad. Los fieles, por tanto,
tienen el derecho (Cf. CIC canon 213)
de ser instruidos en los preceptos divinos salvíficos que purifican el juicio
y, con la gracia, sanan la razón humana herida. Tienen el deber de observar las constituciones y los decretos promulgados por
la autoridad legítima de la Iglesia. Aunque sean disciplinares, estas
determinaciones requieren la docilidad en la caridad. (Continua)
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