jueves, 2 de abril de 2015
413. ¿Cómo hay que juzgar el hecho de la desigualdad entre los hombres? (Primera parte)
(Compendio 413) Existen desigualdades económicas y
sociales inicuas, que afectan a millones de seres humanos, que están en total
contraste con el Evangelio, son contrarias a la justicia, a la dignidad de las
personas y a la paz. Pero hay también diferencias entre los hombres, causadas
por diversos factores, que entran en el plan de Dios. En efecto, Dios quiere
que cada uno reciba de los demás lo que necesita, y que quienes disponen de
talentos particulares los compartan con los demás. Estas diferencias alientan,
y con frecuencia obligan, a las personas a la magnanimidad, la benevolencia y
la solidaridad, e incitan a las culturas a enriquecerse unas a otras.
Resumen
(C.I.C 1946) Las diferencias
entre las personas obedecen al plan de Dios que quiere que nos necesitemos los
unos a los otros. Esas diferencias deben alentar la caridad.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 1936) Al venir al mundo, el hombre no dispone de todo lo
que es necesario para el desarrollo de su vida corporal y espiritual. Necesita
de los demás. Ciertamente hay diferencias entre los hombres por lo que se
refiere a la edad, a las capacidades físicas, a las aptitudes intelectuales o
morales, a las circunstancias de que cada uno se pudo beneficiar, a la
distribución de las riquezas (Gaudium et
spes, 29). Los ‘talentos’ no están distribuidos por igual (Cf. Mt 25,
14-30, Lc 19, 11-27).
Para la reflexión
(C.I.C 1937) “Estas diferencias pertenecen al plan de Dios, que
quiere que cada uno reciba de otro aquello que necesita, y que quienes disponen
de ‘talentos’ particulares comuniquen sus beneficios a los que los necesiten.
Las diferencias alientan y con frecuencia obligan a las personas a la
magnanimidad, a la benevolencia y a la comunicación. Incitan a las culturas a
enriquecerse unas a otras: “¿Es que acaso distribuyo yo las diversas [virtudes]
dándole a uno toda o dándole a este una y al otro otra particular? […] A uno la
caridad, a otro la justicia, a éste la humildad, a aquél una fe viva [...] En
cuanto a los bienes temporales, las cosas necesarias para la vida humana las he
distribuido con la mayor desigualdad, y no he querido que cada uno posea todo
lo que le era necesario para que los hombres tengan así ocasión, por necesidad,
de practicar la caridad unos con otros [...] He querido que unos necesitasen de
otros y que fuesen mis servidores para la distribución de las gracias y de las
liberalidades que han recibido de mí. (Santa
Catalina de Siena, Il dialogo della
Divina provvidenza, 7). (Continua)
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