viernes, 3 de abril de 2015
413. ¿Cómo hay que juzgar el hecho de la desigualdad entre los hombres? (Segunda parte - continuación)
(Compendio 413 - repetición) Existen
desigualdades económicas y sociales inicuas, que afectan a millones de seres
humanos, que están en total contraste con el Evangelio, son contrarias a la
justicia, a la dignidad de las personas y a la paz. Pero hay también
diferencias entre los hombres, causadas por diversos factores, que entran en el
plan de Dios. En efecto, Dios quiere que cada uno reciba de los demás lo que
necesita, y que quienes disponen de talentos particulares los compartan con los
demás. Estas diferencias alientan, y con frecuencia obligan, a las personas a
la magnanimidad, la benevolencia y la solidaridad, e incitan a las culturas a
enriquecerse unas a otras.
Resumen
(C.I.C 1947) La igual dignidad
de las personas humanas exige el esfuerzo para reducir las excesivas
desigualdades sociales y económicas. Impulsa a la desaparición de las
desigualdades inicuas.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 1938)
Existen también desigualdades
escandalosas que afectan a millones de hombres y mujeres. Están en abierta
contradicción con el Evangelio: “La igual dignidad de las personas exige que se
llegue a una situación de vida más humana y más justa. Pues las excesivas
desigualdades económicas y sociales entre los miembros o los pueblos de una
única familia humana resultan escandalosas y se oponen a la justicia social, a
la equidad, a la dignidad de la persona humana y también a la paz social e
internacional” (Gaudium et spes, 29).
Para la reflexión
(C.I.C 2437) En el plano
internacional la desigualdad de los recursos y de los medios económicos es tal
que crea entre las naciones un verdadero ‘abismo’ (Sollicitudo rei socialis, 14). Por un lado están los que poseen y
desarrollan los medios de crecimiento, y por otro, los que acumulan deudas.
(C.I.C 2317) Las injusticias, las desigualdades excesivas de orden económico o
social, la envidia, la desconfianza y el orgullo, que existen entre los hombres
y las naciones, amenazan sin cesar la paz y causan las guerras. Todo lo que se
hace para superar estos desórdenes contribuye a edificar la paz y evitar la
guerra: “En la medida en que los hombres son pecadores, les amenaza y les
amenazará hasta la venida de Cristo, el peligro de guerra; en la medida en que,
unidos por la caridad, superan el pecado, se superan también las violencias
hasta que se cumpla la palabra: ‘De sus espadas forjarán arados y de sus lanzas
podaderas. Ninguna nación levantará ya más la espada contra otra y no se
adiestrarán más para el combate’” (Is 2, 4) (Gaudium et spes, 78). [Fin]
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