jueves, 11 de diciembre de 2014
326. ¿Cuál es el efecto de la Ordenación episcopal?
(Compendio 326) La Ordenación episcopal da la plenitud
del sacramento del Orden, hace al Obispo legítimo sucesor de los Apóstoles, lo
constituye miembro del Colegio episcopal, compartiendo con el Papa y los demás
obispos la solicitud por todas las Iglesias, y le confiere los oficios de
enseñar, santificar y gobernar.
Resumen
(C.I.C 1594) El obispo recibe la
plenitud del sacramento del Orden que lo incorpora al colegio episcopal y hace
de él la cabeza visible de la Iglesia particular que le es confiada. Los
Obispos, en cuanto sucesores de los apóstoles y miembros del colegio,
participan en la responsabilidad apostólica y en la misión de toda la Iglesia
bajo la autoridad del Papa, sucesor de San Pedro.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 1558) "La consagración
episcopal confiere, junto con la función de santificar, también las funciones
de enseñar y gobernar [...] En efecto, por la imposición de las manos y por las
palabras de la consagración se confiere la gracia del Espíritu Santo y se queda
marcado con el carácter sagrado. En consecuencia, los obispos, de manera
eminente y visible, hacen las veces del mismo Cristo, Maestro, Pastor y
Sacerdote, y actúan en su nombre (in eius
persona agant)" (ibid.). "El Espíritu Santo que han recibido ha
hecho de los obispos los verdaderos y auténticos maestros de la fe, pontífices
y pastores" (Christus Dominus, 2).
Para la reflexión
(C.I.C 1557) El Concilio Vaticano
II "enseña que por la consagración episcopal se confiere la plenitud del sacramento del Orden. De
hecho se le llama, tanto en la liturgia de la Iglesia como en los Santos
Padres, “sumo sacerdocio” o “cumbre
del ministerio sagrado” (Lumen gentium,
21). (C.I.C 896) El Buen Pastor será el modelo y la "forma" de
la misión pastoral del obispo. Consciente de sus propias debilidades, el obispo
"puede disculpar a los ignorantes y extraviados. No debe negarse nunca a
escuchar a sus súbditos, a a los que cuida como verdaderos hijos [...] Los
fieles, por su parte, deben estar unidos a su obispo como la Iglesia a Cristo y
como Jesucristo al Padre" (Lumen
gentium, 27): “Obedeced todos al
obispo como Jesucristo a su Padre, y al presbiterio como a los apóstoles; en
cuanto a los diáconos, respetadlos como a la ley de Dios. Que nadie haga al
margen del obispo nada en lo que atañe a la Iglesia (San Ignacio de Antioquía, Epistula ad Smyrnaeos 8, 1).
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