miércoles, 31 de diciembre de 2014
340. ¿Qué enseña el Antiguo Testamento sobre el Matrimonio?
(Compendio 340) Dios ayuda a su pueblo a madurar
progresivamente en la conciencia de la unidad e indisolubilidad del Matrimonio,
sobre todo mediante la pedagogía de la Ley y los Profetas. La alianza nupcial
entre Dios e Israel prepara y prefigura la Alianza nueva realizada por el Hijo
de Dios, Jesucristo, con su esposa, la Iglesia.
Resumen
(C.I.C 416) Por su pecado, Adán, en cuanto primer hombre,
perdió la santidad y la justicia originales que había recibido de Dios no
solamente para él, sino para todos los humanos. (C.I.C 417) Adán y Eva
transmitieron a su descendencia la naturaleza humana herida por su primer
pecado, privada por tanto de la santidad y la justicia originales. Esta
privación es llamada "pecado original".
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 1609) En su misericordia,
Dios no abandonó al hombre pecador. Las penas que son consecuencia del pecado,
"los dolores del parto" (Gn 3,16), el trabajo "con el sudor de
tu frente" (Gn 3,19), constituyen también remedios que limitan los daños
del pecado. Tras la caída, el matrimonio ayuda a vencer el repliegue sobre sí
mismo, el egoísmo, la búsqueda del propio placer, y a abrirse al otro, a la
ayuda mutua, al don de sí. (C.I.C 1610) La
conciencia moral relativa a la unidad e indisolubilidad del matrimonio se
desarrolló bajo la pedagogía de la Ley antigua. La poligamia de los patriarcas
y de los reyes no es todavía prohibida de una manera explícita. No obstante, la
Ley dada por Moisés se orienta a proteger a la mujer contra un dominio
arbitrario del hombre, aunque la Ley misma lleve también, según la palabra del
Señor, las huellas de "la dureza del corazón" de la persona humana,
razón por la cual Moisés permitió el repudio de la mujer (cf. Mt 19,8; Dt
24,1).
Para la reflexión
(C.I.C 1611) Contemplando la
Alianza de Dios con Israel bajo la imagen de un amor conyugal exclusivo y fiel
(cf. Os 1-3; Is 54.62; Jr 2-3; 31; Ez 16;23), los profetas fueron preparando la
conciencia del Pueblo elegido para una comprensión más profunda de la unidad y
de la indisolubilidad del matrimonio (cf. Mal 2,13-17). Los libros de Rut y de
Tobías dan testimonios conmovedores del sentido hondo del matrimonio, de la
fidelidad y de la ternura de los esposos. La Tradición ha visto siempre en el
Cantar de los Cantares una expresión única del amor humano, en cuanto que éste
es reflejo del amor de Dios, amor "fuerte como la muerte" que
"las grandes aguas no pueden anegar" (Ct 8,6-7).
martes, 30 de diciembre de 2014
339. ¿De qué modo el pecado amenaza al Matrimonio?
339. ¿De qué modo el pecado amenaza al Matrimonio?
(Compendio 339) A causa del primer pecado, que ha
provocado también la ruptura de la comunión del hombre y de la mujer, donada
por el Creador, la unión matrimonial está muy frecuentemente amenazada por la
discordia y la infidelidad. Sin embargo, Dios, en su infinita misericordia, da
al hombre y a la mujer su gracia para realizar la unión de sus vidas según el
designio divino original.
Resumen
(C.I.C 1606) Todo hombre, tanto en
su entorno como en su propio corazón, vive la experiencia del mal. Esta
experiencia se hace sentir también en las relaciones entre el hombre y la
mujer. En todo tiempo, la unión del hombre y la mujer vive amenazada por la
discordia, el espíritu de dominio, la infidelidad, los celos y conflictos que
pueden conducir hasta el odio y la ruptura. Este desorden puede manifestarse de
manera más o menos aguda, y puede ser más o menos superado, según las culturas,
las épocas, los individuos, pero siempre aparece como algo de carácter
universal.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 1607) Según la fe, este
desorden que constatamos dolorosamente, no se origina en la naturaleza del hombre y de la mujer, ni en la naturaleza de sus
relaciones, sino en el pecado. El
primer pecado, ruptura con Dios, tiene como consecuencia primera la ruptura de
la comunión original entre el hombre y la mujer. Sus relaciones quedan
distorsionadas por agravios recíprocos (cf. Gn 3,12); su atractivo mutuo, don propio
del creador (cf. Gn 2,22), se cambia en relaciones de dominio y de
concupiscencia (cf. Gn 3,16); la hermosa vocación del hombre y de la mujer de
ser fecundos, de multiplicarse y someter la tierra (cf. Gn 1,28) queda sometida
a los dolores del parto y los esfuerzos de ganar el pan (cf. Gn 3,16-19).
Para la reflexión
(C.I.C 1608) Sin embargo, el orden
de la Creación subsiste aunque gravemente perturbado. Para sanar las heridas
del pecado, el hombre y la mujer necesitan la ayuda de la gracia que Dios, en
su misericordia infinita, jamás les ha negado (cf. Gn 3,21). Sin esta ayuda, el
hombre y la mujer no pueden llegar a realizar la unión de sus vidas en orden a
la cual Dios los creó "al comienzo".
(Siguiente pregunta: ¿Qué enseña el Antiguo Testamento sobre el Matrimonio?)
lunes, 29 de diciembre de 2014
338. ¿Con qué fines ha instituido Dios el Matrimonio?
338. ¿Con qué fines ha instituido Dios el Matrimonio?
(Compendio 338) La alianza matrimonial del hombre y de la
mujer, fundada y estructurada con leyes propias dadas por el Creador, está
ordenada por su propia naturaleza a la comunión y al bien de los cónyuges, y a
la procreación y educación de los hijos. Jesús enseña que, según el designio
original divino, la unión matrimonial es indisoluble: «Lo que Dios ha unido,
que no lo separe el hombre» (Mc 10, 9).
Resumen
(C.I.C 1659) San Pablo
dice: "Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia [...]
Gran misterio es éste, lo digo con respecto a Cristo y la Iglesia" (Ef
5,25. 32).
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 355) "Dios creó al
hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, hombre y mujer los creó" (Gn
1,27). El hombre ocupa un lugar único en la creación: "está hecho a imagen
de Dios"; en su propia naturaleza une el mundo espiritual y el mundo
material; es creado "hombre y mujer"; Dios lo estableció en la
amistad con él.
Para la reflexión
(C.I.C 1660) La alianza
matrimonial, por la que un hombre y una mujer constituyen una íntima comunidad
de vida y de amor, fue fundada y dotada de sus leyes propias por el Creador.
Por su naturaleza está ordenada al bien de los cónyuges así como a la
generación y educación de los hijos. Entre bautizados, el matrimonio ha sido
elevado por Cristo Señor a la dignidad de sacramento (Cf. Gaudium et spes, 48,1; CIC, canon 1055, 1).
(Siguiente pregunta: (Continua la pregunta: ¿De qué modo el pecado amenaza al Matrimonio?)
domingo, 28 de diciembre de 2014
337. ¿Cuál es el designio de Dios sobre el hombre y la mujer?
337. ¿Cuál es el designio de Dios sobre el hombre y la mujer?
(Compendio 337) Dios, que es amor y creó al hombre por
amor, lo ha llamado a amar. Creando al hombre y a la mujer, los ha llamado en
el Matrimonio a una íntima comunión de vida y amor entre ellos, «de manera que
ya no son dos, sino una sola carne» (Mt 19, 6). Al bendecirlos, Dios les dijo:
«Creced y multiplicaos» (Gn 1, 28).
Resumen
(C.I.C 1601) "La alianza
matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio
de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y
a la generación y educación de la prole, fue elevada por Cristo Nuestro Señor a
la dignidad de sacramento entre bautizados" (CIC canon 1055, 1).
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 1602) La Sagrada Escritura
se abre con el relato de la creación del hombre y de la mujer a imagen y
semejanza de Dios (Cf. Gn 1,26- 27) y se cierra con la visión de las
"bodas del Cordero" (Ap 19,7. 9). De un extremo a otro la Escritura
habla del matrimonio y de su "misterio", de su institución y del
sentido que Dios le dio, de su origen y de su fin, de sus realizaciones
diversas a lo largo de la historia de la salvación, de sus dificultades nacidas
del pecado y de su renovación "en el Señor" (1Co 7,39) todo ello en
la perspectiva de la Nueva Alianza de Cristo y de la Iglesia (cf. Ef 5,31-32). (C.I.C
1603) "La íntima comunidad de vida y amor
conyugal, está fundada por el Creador y provista de leyes propias. […] El mismo
Dios […] es el autor del matrimonio” (Gaudium et spes, 48). La vocación al
matrimonio se inscribe en la naturaleza misma del hombre y de la mujer, según
salieron de la mano del Creador. El matrimonio no es una institución puramente
humana a pesar de las numerosas variaciones que ha podido sufrir a lo largo de
los siglos en las diferentes culturas, estructuras sociales y actitudes
espirituales. Estas diversidades no deben hacer olvidar sus rasgos comunes y
permanentes. A pesar de que la dignidad de esta institución no se trasluzca
siempre con la misma claridad (cf. Gaudium
et spes, 47), existe en todas las culturas un
cierto sentido de la grandeza de la unión matrimonial. "La salvación de la
persona y de la sociedad humana y cristiana está estrechamente ligada a la
prosperidad de la comunidad conyugal y familiar" (Gaudium et spes,
47).
Para la reflexión
(C.I.C 1604) Dios que ha creado al
hombre por amor lo ha llamado también al amor, vocación fundamental e innata de
todo ser humano. Porque el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios (Gn
1,27), que es Amor (cf. 1Jn 4,8. 16). Habiéndolos creado Dios hombre y mujer,
el amor mutuo entre ellos se convierte en imagen del amor absoluto e
indefectible con que Dios ama al hombre. Este amor es bueno, muy bueno, a los
ojos del Creador (cf. Gn 1,31). Y este amor que Dios bendice es destinado a ser
fecundo y a realizarse en la obra común del cuidado de la creación. "Y los
bendijo Dios y les dijo: ‘Sed fecundos y multiplicaos, y llenad la tierra y
sometedla’" (Gn 1,28). (C.I.C 1605) La
Sagrada escritura afirma que el hombre y la mujer fueron creados el uno para el
otro: "No es bueno que el hombre esté solo" (Gn 2,18). La mujer,
"carne de su carne" (Gn 2,23), su igual, la criatura más semejante al
hombre mismo, le es dada por Dios como una "auxilio" (Gn 2,18),
representando así a Dios que es nuestro "auxilio" (cf. Sal 121,2).
"Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se
hacen una sola carne" (cf. Gn 2,24). Que esto significa una unión
indefectible de sus dos vidas, el Señor mismo lo muestra recordando cuál fue
"en el principio", el plan del Creador (Mt 19,4): "De manera que
ya no son dos sino una sola carne" (Mt 19,6).
(Siguiente pregunta: ¿Con qué fines ha instituido Dios el Matrimonio?)
sábado, 27 de diciembre de 2014
336. ¿Con qué autoridad se ejerce el sacerdocio ministerial? (Tercera parte - continuación)
336. ¿Con qué autoridad se ejerce el sacerdocio ministerial? (Tercera parte - continuación)
(Compendio 336 - repetición) Los
sacerdotes ordenados, en el ejercicio del ministerio sagrado, no hablan ni
actúan por su propia autoridad, ni tampoco por mandato o delegación de la
comunidad, sino en la Persona de Cristo Cabeza y en nombre de la Iglesia. Por
tanto, el sacerdocio ministerial se diferencia esencialmente, y no sólo en
grado, del sacerdocio común de los fieles, al servicio del cual lo instituyó
Cristo.
Resumen
(C.I.C 1536) El Orden es el
sacramento gracias al cual la misión confiada por Cristo a sus Apóstoles sigue
siendo ejercida en la Iglesia hasta el fin de los tiempos: es, pues, el
sacramento del ministerio apostólico. Comprende tres grados: el episcopado, el
presbiterado y el diaconado.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 1552) El sacerdocio
ministerial no tiene solamente por tarea representar a Cristo –Cabeza de la
Iglesia– ante la asamblea de los fieles, actúa también en nombre de toda la
Iglesia cuando presenta a Dios la oración de la Iglesia (cf. Sacrosanctum Concilium, 33) y sobre todo cuando ofrece el sacrificio eucarístico
(cf. Lumen gentium, 10).
Para la reflexión
(C.I.C 1553) "En nombre de toda la Iglesia", expresión que no
quiere decir que los sacerdotes sean los delegados de la comunidad. La oración
y la ofrenda de la Iglesia son inseparables de la oración y la ofrenda de
Cristo, su Cabeza. Se trata siempre del culto de Cristo en y por su Iglesia. Es
toda la Iglesia, cuerpo de Cristo, la que ora y se ofrece, per ipsum et cum ipso et in ipso, en la unidad del Espíritu Santo,
a Dios Padre. Todo el cuerpo, caput et
membra, ora y se ofrece, y por eso quienes, en este cuerpo, son
específicamente sus ministros, son llamados ministros no sólo de Cristo, sino
también de la Iglesia. El sacerdocio ministerial puede representar a la Iglesia
porque representa a Cristo. [Fin]
(Siguiente pregunta: ¿Cuál es el designio de Dios sobre el hombre y la mujer?)
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