miércoles, 22 de enero de 2014
75. ¿En qué consiste el primer pecado del hombre? (Primera parte)
(Compendio 75) El hombre, tentado por
el diablo, dejó apagarse en su corazón la confianza hacia su Creador y,
desobedeciéndole, quiso «ser como Dios» (Gn 3, 5), sin Dios, y no según Dios.
Así Adán y Eva perdieron inmediatamente, para sí y para todos sus
descendientes, la gracia de la santidad y de la justicia originales.
Resumen
(C.I.C 415) "Constituido por Dios en la justicia, el
hombre, sin embargo, persuadido por el Maligno, abusó de su libertad, desde el
comienzo de la historia, levantándose contra Dios e intentando alcanzar su
propio fin al margen de Dios" (Gaudium
et spes, 13). (C.I.C 417) Adán y Eva transmitieron a su descendencia la
naturaleza humana herida por su primer pecado, privada por tanto de la santidad
y la justicia originales. Esta privación es llamada "pecado
original".
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 398) En este pecado, el hombre se prefirió a sí mismo
en lugar de Dios, y por ello despreció a Dios: hizo elección de sí mismo contra
Dios, contra las exigencias de su estado de criatura y, por tanto, contra su
propio bien. El hombre, constituido en un estado de santidad, estaba destinado
a ser plenamente "divinizado" por Dios en la gloria. Por la seducción
del diablo quiso "ser como Dios" (cf. Gn 3,5), pero "sin Dios,
antes que Dios y no según Dios" (San Máximo Confesor, Ambiguorum liber: PG 91, 1156). (C.I.C 399) La Escritura muestra
las consecuencias dramáticas de esta primera desobediencia. Adán y Eva pierden
inmediatamente la gracia de la santidad original (cf. Rm 3,23). Tienen miedo
del Dios (cf. Gn 3,9-10) de quien han concebido una falsa imagen, la de un Dios
celoso de sus prerrogativas (cf. Gn 3,5).
Para la reflexión
(C.I.C 401) Desde este primer pecado, una verdadera invasión
de pecado inunda el mundo: el fratricidio cometido por Caín en Abel (cf. Gn
4,3-15); la corrupción universal, a raíz del pecado (cf. Gn 6,5.12; Rm
1,18-32); en la historia de Israel, el pecado se manifiesta frecuentemente,
sobre todo como una infidelidad al Dios de la Alianza y como transgresión de la
Ley de Moisés; e incluso tras la Redención de Cristo, entre los cristianos, el
pecado se manifiesta de múltiples maneras (cf. 1Co 1-6; Ap 2-3). La Escritura y
la Tradición de la Iglesia no cesan de recordar la presencia y la universalidad del pecado en la historia
del hombre: “Lo que la revelación divina nos enseña coincide con la misma experiencia.
Pues el hombre, al examinar su corazón, se descubre también inclinado al mal e
inmerso en muchos males que no pueden proceder de su Creador, que es bueno.
Negándose con frecuencia a reconocer a Dios como su principio, rompió además el
orden debido con respecto a su fin último y, al mismo tiempo, toda su
ordenación en relación consigo mismo, con todos los otros hombres y con todas
las cosas creadas (Gaudium et spes, 13).
(Continua)
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