jueves, 16 de enero de 2014
69. ¿De qué manera el cuerpo y el alma forman en el hombre una unidad?
(Compendio 69) La persona humana es, al
mismo tiempo, un ser corporal y espiritual. En el hombre el espíritu y la
materia forman una única naturaleza. Esta unidad es tan profunda que, gracias
al principio espiritual, que es el alma, el cuerpo, que es material, se hace
humano y viviente, y participa de la dignidad de la imagen de Dios.
Resumen
(C.I.C 382) El hombre es "corpore et anima unus" ("una
unidad de cuerpo y alma") (Gaudium
et spes, 14). La doctrina de la fe afirma que el
alma espiritual e inmortal es creada de forma inmediata por Dios.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 362) La persona humana,
creada a imagen de Dios, es un ser a la vez corporal y espiritual. El relato
bíblico expresa esta realidad con un lenguaje simbólico cuando afirma que
"Dios formó al hombre con polvo del suelo e insufló en sus narices aliento
de vida y resultó el hombre un ser viviente" (Gn 2,7). Por tanto, el
hombre en su totalidad es querido por
Dios. (C.I.C 363) A menudo, el término alma
designa en la Sagrada Escritura la vida
humana (cf. Mt 16,25-26; Jn 15,13) o toda la persona humana (cf. Hch 2,41). Pero designa también lo que hay de
más íntimo en el hombre (cf. Mt 26,38; Jn 12,27) y de más valor en él (cf. Mt
10,28; 2 M 6,30), aquello por lo que es particularmente imagen de Dios:
"alma" significa el principio
espiritual en el hombre. (C.I.C 365) La unidad
del alma y del cuerpo es tan profunda que se debe considerar al alma como la
"forma" del cuerpo (cf. Concilio de Vienne, (año 1312), DS 902); es
decir, gracias al alma espiritual, la materia que integra el cuerpo es un
cuerpo humano y viviente; en el hombre, el espíritu y la materia no son dos
naturalezas unidas, sino que su unión constituye una única naturaleza.
Para la reflexión
(C.I.C 364) El cuerpo del hombre participa de la
dignidad de la "imagen de Dios": es cuerpo humano precisamente porque
está animado por el alma espiritual, y es toda la persona humana la que está
destinada a ser, en el Cuerpo de Cristo, el Templo del Espíritu (cf. 1Co
6,19-20; 15,44-45): “Uno en cuerpo y alma, el hombre, por su misma condición
corporal, reúne en sí los elementos del mundo material, de tal modo que, por
medio de él, éstos alcanzan su cima y elevan la voz para la libre alabanza del
Creador. Por consiguiente, no es lícito al hombre despreciar la vida corporal,
sino que, por el contrario, tiene que considerar su cuerpo bueno y digno de
honra, ya que ha sido creado por Dios y que ha de resucitar en el último día (Gaudium et spes, 14).
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