martes, 14 de enero de 2014
67. ¿Para qué fin ha creado Dios al hombre? (358-359)
(Compendio 67) Dios ha creado todo para
el hombre, pero el hombre ha sido creado para conocer, servir y amar a Dios,
para ofrecer en este mundo toda la Creación a Dios en acción de gracias, y para
ser elevado a la vida con Dios en el cielo. Solamente en el misterio del Verbo
encarnado encuentra verdadera luz el misterio del hombre, predestinado a
reproducir la imagen del Hijo de Dios hecho hombre, que es la perfecta «imagen
de Dios invisible» (Col 1, 15).
Resumen
(C.I.C 381) El hombre es
predestinado a reproducir la imagen del Hijo de Dios hecho hombre -"imagen
del Dios invisible" (Col 1,15)-, para que Cristo sea el primogénito de una
multitud de hermanos y de hermanas (cf. Ef 1,3-6; Rm 8,29).
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 358) Dios creó todo para el
hombre (cf. Gaudium et spes, 12; 24;
39), pero el hombre fue creado para servir y amar a Dios y para ofrecerle toda
la creación: “¿Cuál es, pues, el ser que va a venir a la existencia rodeado de
semejante consideración? Es el hombre, grande y admirable figura viviente, más
precioso a los ojos de Dios que la creación entera; es el hombre, para él
existen el cielo y la tierra y el mar y la totalidad de la creación, y Dios ha
dado tanta importancia a su salvación que no ha perdonado a su Hijo único por
él. Porque Dios no ha cesado de hacer todo lo posible para que el hombre
subiera hasta Él y se sentara a su derecha (san Juan Crisóstomo, Sermones in
Genesim, 2,1: PG 54, 587-588).
Para la reflexión
(C.I.C 359) "Realmente, el
misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado"
(Gaudium et spes, 22): “San Pablo nos
dice que dos hombres dieron origen al género humano, a saber, Adán y Cristo [...]
El primer hombre, Adán, fue un ser animado; el último Adán, un espíritu que da
vida. Aquel primer Adán fue creado por el segundo, de quien recibió el alma con
la cual empezó a vivir [...] El segundo Adán es aquel que, cuando creó al
primero, colocó en él su divina imagen. De aquí que recibiera su naturaleza y
adoptara su mismo nombre, para que aquel a quien había formado a su misma
imagen no pereciera. El primer Adán es, en realidad, el nuevo Adán; aquel
primer Adán tuvo principio, pero este último Adán no tiene fin. Por lo cual,
este último es, realmente, el primero, como él mismo afirma: "Yo soy el
primero y yo soy el último". (San Pedro Crisólogo, Sermones, 117 1-2: PL 52, 520).
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