sábado, 18 de enero de 2014
71. ¿Qué relación ha establecido Dios entre el hombre y la mujer?
(Compendio 71) El hombre y la mujer han
sido creados por Dios con igual dignidad en cuanto personas humanas y, al mismo
tiempo, con una recíproca complementariedad en cuanto varón y mujer. Dios los
ha querido el uno para el otro, para una comunión de personas. Juntos están
también llamados a transmitir la vida humana, formando en el matrimonio «una
sola carne» (Gn 2, 24), y a dominar la tierra como «administradores» de Dios.
Resumen
(C.I.C 383) "Dios no creó al
hombre solo: en efecto, desde el principio ‘los creó hombre y mujer’ (Gn 1,27).
Esta asociación constituye la primera forma de comunión entre personas" (Gaudium et spes, 12).
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 369) El hombre y la mujer
son creados, es decir, son queridos por Dios: por una parte, en una
perfecta igualdad en tanto que personas humanas, y por otra, en su ser
respectivo de hombre y de mujer. "Ser hombre", "ser mujer"
es una realidad buena y querida por Dios: el hombre y la mujer tienen una
dignidad que nunca se pierde, que viene inmediatamente de Dios su creador (cf.
Gn 2,7.22). El hombre y la mujer son, con la misma dignidad, "imagen de
Dios". En su "ser-hombre" y su "ser-mujer" reflejan la
sabiduría y la bondad del Creador. (C.I.C 370)
Dios no es, en modo alguno, a imagen del hombre. No es ni hombre ni mujer. Dios
es espíritu puro, en el cual no hay lugar para la diferencia de sexos. Pero las
"perfecciones" del hombre y de la mujer reflejan algo de la infinita
perfección de Dios: las de una madre (cf. Is 49,14-15; 66,13; Sal 131,2-3) y
las de un padre y esposo (cf. Os 11,1-4; Jr 3,4-19). (C.I.C 373) En el plan de Dios, el hombre y la mujer están
llamados a "someter" la tierra (Gn 1,28) como
"administradores" de Dios. Esta soberanía no debe ser un dominio
arbitrario y destructor. A imagen del Creador, "que ama todo lo que
existe" (Sb 11,24), el hombre y la mujer son llamados a participar en la providencia
divina respecto a las otras cosas creadas. De ahí su responsabilidad frente al
mundo que Dios les ha confiado.
Para la reflexión
(C.I.C 371) Creados a la vez, el hombre y la mujer son queridos por Dios el uno
para el otro. La Palabra de Dios nos lo hace entender mediante diversos acentos
del texto sagrado. "No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una
ayuda adecuada" (Gn 2,18). Ninguno de los animales es "ayuda
adecuada" para el hombre (Gn 2,19-20). La mujer, que Dios
"forma" de la costilla del hombre y presenta a éste, despierta en él
un grito de admiración, una exclamación de amor y de comunión: "Esta vez
sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne" (Gn 2,23). El hombre
descubre en la mujer como un otro "yo", de la misma humanidad. (C.I.C
372) El hombre y la mujer están hechos "el uno
para el otro": no que Dios los haya hecho "a medias" e
"incompletos"; los ha creado para una comunión de personas, en la que
cada uno puede ser "ayuda" para el otro porque son a la vez iguales
en cuanto personas ("hueso de mis huesos...") y complementarios en
cuanto masculino y femenino. En el matrimonio, Dios los une de manera que,
formando "una sola carne" (Gn 2,24), puedan transmitir la vida
humana: "Sed fecundos y multiplicaos y llenad la tierra" (Gn 1,28).
Al trasmitir a sus descendientes la vida humana, el hombre y la mujer, como
esposos y padres, cooperan de una manera única en la obra del Creador (cf. Gaudium et spes, 50).
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